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User1579713 · 22-25, M
[ Akamatsu conocía muy bien los senderos de la naturaleza, la coexistencia del viento y los símbolos espirituales que existían en lo oculto de los Jinja, como en todo templo decorado por la presencia -o más bien ausencia- de los kamis. De hecho, hasta casi contemplaba el movimiento de las faroletas con los avispados ojos castaños que poseía el joven espadachín. Se acomodó como pudo, la verdad, tenía un poco de tierra y hojas en su yukata oscuro que no era propio de un estado ancestral sino la ultima prenda que tuvo antes de haber muerto (por innumerable vez) pero que por fortuna, estaba en condiciones respetables.
El cabello era otra historia, desordenado y oscuro hacía los lados (de otro modo, parecía un nido de aves en plena anarquía). Ahogó un bramido, un pequeño suspiro de esos que ameritan luego de la ilusión del sueño al que se encontraba.
Le costó mucho tiempo entender que no estaba solo, su maestro le había dicho una vez (hace demasiado tiempo) que el verdadero guerrero.
El cabello era otra historia, desordenado y oscuro hacía los lados (de otro modo, parecía un nido de aves en plena anarquía). Ahogó un bramido, un pequeño suspiro de esos que ameritan luego de la ilusión del sueño al que se encontraba.
Le costó mucho tiempo entender que no estaba solo, su maestro le había dicho una vez (hace demasiado tiempo) que el verdadero guerrero.
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