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User1579713 · 18-21, M
¡Oe! No me importa que seas extranjera, que seas de aquí o que seas del desierto de Gobi. Soy un anciano, deberías tenerme respeto de todas maneras...¡Además...!

[ ¿Y que iba a decir? Mientras bajó sus ojos hasta contemplar su katana, que sostuvo de su empuñadura sin removerla. Afiló su vista, y enmarcó una sonrisa de lo más bizarra e infantil, como un niño que tiene un juguete en su mano. ]

¿A los golpes, dices? Soy Akamatsu, primera Espada de la escuela de Yoshioka. N-no te metas conmigo ¡matte! Yo me estoy metiendo contigo.

Dime como puedo volver a mi bosque ¡o te enviaré al Jigoku!

[ Pero ella quizás se alejaría o simplemente no se tomaría en serio su amenaza, porque claramente no parecía como tal, su voz era muy chillona y no firme, de hecho, se le notaba como un pequeño chico jugando al samurai. Aún así, su arma parecía real, y eso le hacía infinitamente peligroso, ante aparentemente una inofensiva mujer sin equipamiento alguno. ]
YuiK1533361 · 26-30, F
— [c=#607080]Debes entender que estás en un terreno que no te pertenece, por lo tanto no puedes exigir nada. Es algo que se llama "consentimiento". Si yo no quiero tratar contigo ni darte mis datos personales, no puedes obligarme ¿Lo entiendes o tengo que ilustrarlo con golpes, o llamando a la policía?[/c]

Luego de eso volteó e dejó en claro, aún sin hacerlo, que quería retomar su caminata y alejarse de él. Todo su diálogo debió ser en voz alzada, de modo que la brisa no fuera un impedimento para ser oída.
YuiK1533361 · 26-30, F
Se iba retirando, obviando la primera respuesta del guerrero y ante la segunda demanda se detuvo en seco, volteando hacia el con el fin de mirarlo de arriba a abajo, con aire desdeñoso. Desde su postura daba la sensación de que Katai era notoriamente más alta de lo normal, pero ese efecto solamente respondía a su aplomo poderoso, a sus maneras, al rictus de su rostro y a esa forma de mirar. Ese pequeño referir por parte de Akamatsu fue suficiente para despertar a la bestia de su sueño, un monstruo que utilizaba la lógica a su favor, aún cuando fueran sus propias emociones las que dominaran su arte de la palabra:

— [c=#607080]Primero me preguntaste si podías saber mi nombre, a lo que te respondí finalmente que no, no puedes saberlo. Ahora me estás exigiendo que me presente, pero si ves mi rostro notarás que no formo parte de tu cultura o tu país, y lo que debería hacer no está en mis modos si así no se me place. [/c]
User1579713 · 18-21, M
No sé cual es la diferencia, cuando la gente no me habla asumo que me tiene miedo ¡Tehehe! [ Respondió, con total tranquilidad -más bien, con total tontería- y alzó ambas manos en su aprobación, con sus pulgares hacía arriba en lo que parecía ser un gesto absurdamente infantil. Cerró sus ojos, afianzó su sonrisa para dejarse llevar por las palabras ajenas, aunque ella ni siquiera una mirada de costado le dio al querer irse. ] ¡No quiero esperar! Odio esperar, nada bueno pasa esperando.

[ La intimidación de Yui para Akamatsu no pasaba por alto, pero ciertamente, cometía el grave error de subestimarla. Esa mirada afilada no se podría comparar a los horrores de las cosas que había visto en el Sengoku...o eso es lo que creía, para su personalidad cínica y torpe, yacía una enorme fragilidad alimentada por curiosidad. ]

¡No me dijiste tu nombre! Yo soy Akamatsu, de la Escuela Yoshioka.

¡S-soy mayor que tú! Deberías presentarte también.
YuiK1533361 · 26-30, F
Al notar que estaba perdido simplemente reparó: — [c=#607080]Con un poco de suerte si te quedas en este templo podrás volver a tu bosque. Debes esperar... y no, no puedes saberlo.[/c] — En el final de su referir se impuso como una bestia poderosa que demandaba respeto, por sobre el que ya le era dado. No le dedicó siquiera una mirada de soslayo y ya para ese entonces, a mediano volumen no iba a ser posible seguir con la charla. El roce de las hojas y la distancia entre ambos capeaban el silencio inquietante en ese templo.
YuiK1533361 · 26-30, F
— [c=#607080]No confundas el miedo con la indiferencia. [/c]— Replicó mientras analizaba la situación. Al percibir de soslayo que él no hacía ningún movimiento para levantarse y bailar su son de huida, ella decidió emprender una marcha lejos de él mientras trataba de comunicarse. Una pizca de cordialidad aún era albergada en las maneras de Katai, motivo por el cual su retirada fue lenta y plácida. Por algún motivo no quería dejar hablando del todo solo a ese hombre que usaba un extraño dialecto.

Sus cabellos seguían al viento y es probable que sus ojos hayan sido vistos apenas de soslayo antes de su retirada. Ese fuego azul competía codo a codo con el brillo cálido de esa tarde, solo que más salvaje, más cazador, más intenso e implacable.

La chica era frágil, mas su forma de mirar más afilada que la katana de un versado espadachín.
User1579713 · 18-21, M
[ Al menos estaba viva, de eso se sorprendió. Ya que creía que se trataba de una pequeña muñeca, o una espíritu escondida entre las faroleras, los juncos y los destrozados muros, era esperanzador poder contemplar un lugar tan arruinado como él se sentía ¿así se vería él de ser un edificio así? Un templo destrozado.]

Maido, no tengas miedo-nen.

[ Hablaba un dialecto demasiado particular, incluso entre los practicantes asiduos del keihanshin dirían que iba más allá. Se tuvo que aferrar a su katana, e hizo lo que siempre hacía -invertirla-, para acomodar su filo (y dificultar su desenvaine). El gesto universal de todo espadachín en temporada de paz. Pero esa mujer no parecía del todo nipona. ]

Es bastante complicado lo que te voy a decir, nangi-nen. Por más que sea kettai-nen, pero ¿sabes que estoy haciendo aquí? Se supone que debería aparecer en el bosque.

[Le explicó como si nada, mientras intentaba que forma de contar su historia tendría.]

¿Puedo saber tu nombre, masse?
YuiK1533361 · 26-30, F
Al momento en el que sintió el primer paso en el segundo escalón por parte del extraño y mientras tomaba asiento, ella se estaba poniendo de pie. Silente, le dio la espalda y emprendió rumbo lejos de él. Ese era el peor de todos los momentos para tener contacto (con lo que para ella era un samurai), por muchos motivos.

Flashbacks de experiencias previas parpadearon en su mente, le recordaron que un hombre con espada típica en un templo abandonado, no traía más que mal augurio, incertidumbre, miedo, frío, angustia y precariedad. Estaba escrito en un pergamino hecho de papel de arroz en su propio diario como un sello que no olvidaría. Esas memorias, vividas y escritas, la marcaron una vez, y no lo harían de nuevo.

Las brisas continuaban su curso, y Katai se dejaba llevar por ellas, lejos de un posible sino lleno de miseria.
User1579713 · 18-21, M
siempre está preparado para lo inesperado, e incluso, para aquello que para otros jamás puede ser. Una mujer, una chica ¿una muñeca? ¿Quien era? Pocas veces había notado a alguien en una sintonía tal con el lugar, con las cosas, con los elementos. Pocas veces en la modernidad, quizás en el principio de la vida fue que notó a alguna que otra sacerdotisa o monje en un estado actual, sabía que no debía molestarle ¿y que hizo? Caminó un par de pasos, como para que su andar fuese tan suave que ni siquiera una grulla en el Fuji pudiese asustarse de la presencia.

Se sentó, reposando su parte posterior en sus talones, y se quedó frente a ella como si fuese una propia señora feudal en las tierras que le pertenecían. No habló, no aún, pero reparó en que tenía una katana -y su ilegalidad en la modernidad- ¿era esta mujer anacrónica alguien como él? ]
User1579713 · 18-21, M
[ Akamatsu conocía muy bien los senderos de la naturaleza, la coexistencia del viento y los símbolos espirituales que existían en lo oculto de los Jinja, como en todo templo decorado por la presencia -o más bien ausencia- de los kamis. De hecho, hasta casi contemplaba el movimiento de las faroletas con los avispados ojos castaños que poseía el joven espadachín. Se acomodó como pudo, la verdad, tenía un poco de tierra y hojas en su yukata oscuro que no era propio de un estado ancestral sino la ultima prenda que tuvo antes de haber muerto (por innumerable vez) pero que por fortuna, estaba en condiciones respetables.

El cabello era otra historia, desordenado y oscuro hacía los lados (de otro modo, parecía un nido de aves en plena anarquía). Ahogó un bramido, un pequeño suspiro de esos que ameritan luego de la ilusión del sueño al que se encontraba.

Le costó mucho tiempo entender que no estaba solo, su maestro le había dicho una vez (hace demasiado tiempo) que el verdadero guerrero.

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