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C1577429 · 26-30, F
Buscó con la mirada algún sitio en el que se pudiera sentar, y divisó bajo un enorme arbol una pesada banca de piedra que descansaba a lado de un koimanu en forma de dragón. El sol del medio día comenzaba a calentar y el aire no parecía tan gélido como antes. Se dirigió a la banca, y antes de sentarse, obvimamente tomó más fotos de la escena.
Una vez satisfecha, se sentó sobre la piedra que yacía tibia bajo la agradable luz del sol. Tras dejarse caer hacia atrás sobre sus brazos, evantó la mirada al cielo con los ojos cerrados y una sonrisa rebozante, sintiendo el calor del astro mayor sobre su piel, llenándose de vida de este e inspirando profundamente, llenando sus pulmones del verdor que le rodeaba. Se cubrió la cara del sol con una mano, mientras que con la libre comenzó a hurgar en su totte bag, sacando de esta su obento de aquella tarde de exploración.
Una vez satisfecha, se sentó sobre la piedra que yacía tibia bajo la agradable luz del sol. Tras dejarse caer hacia atrás sobre sus brazos, evantó la mirada al cielo con los ojos cerrados y una sonrisa rebozante, sintiendo el calor del astro mayor sobre su piel, llenándose de vida de este e inspirando profundamente, llenando sus pulmones del verdor que le rodeaba. Se cubrió la cara del sol con una mano, mientras que con la libre comenzó a hurgar en su totte bag, sacando de esta su obento de aquella tarde de exploración.
C1577429 · 26-30, F
Decidió ir hacia el viejo pozo y un pequeño edificio tan abandonado como el resto del templo. Los adoquines estaban tan invadidos por la naturaleza como el camino principal; comenzaban a enverdecerse con el pasto y el musgo que crecía entre ellos anunciando la primavera. Ella, al caminar, evitaba pisar aquellos vestigios de vida.
Se asomó al pozo y estaba tan vacío como el temizuya, y el pequeño edificio detrás de este estaba en tan mal estado que ya no tenía techo, por lo que procedió a rodeó el honden por detrás para seguir con el recorrido y continuó tomando fotografías de todo lo que encontraba, como buena turista. Sin embargo, en todo su recorrido no volvió a encontrar a la mujer afilada. Quizá la ahuyenté, como a todos en esta ciudad, pensó con ligera amargura.
Había pasado ya varías horas desde que había iniciado su travesía, por lo que ya sentía el ímpetu de su estómago por ingerir alimentos.
Se asomó al pozo y estaba tan vacío como el temizuya, y el pequeño edificio detrás de este estaba en tan mal estado que ya no tenía techo, por lo que procedió a rodeó el honden por detrás para seguir con el recorrido y continuó tomando fotografías de todo lo que encontraba, como buena turista. Sin embargo, en todo su recorrido no volvió a encontrar a la mujer afilada. Quizá la ahuyenté, como a todos en esta ciudad, pensó con ligera amargura.
Había pasado ya varías horas desde que había iniciado su travesía, por lo que ya sentía el ímpetu de su estómago por ingerir alimentos.
C1577429 · 26-30, F
Sorteó las cuerdas putrefactas que colgaban pesadas por la fachada del honden y entró al edificio. A cada paso que daba, el crujir de la madera se hacía audible, lo que limitaba su exploración y su paso por el lugar al obligarla a ser precavida. Miraba con fascinación el altar extinto que se alzaba lúgubre dentro del haiden, polviento y oscurecido tanto por el polvo como por la humedad. Parecía ser un templo sintoísta; no era religiosa, pero su familia materna era sintoísta y le habían enseñado los rituales de dichos templos.
Tomó algunas fotografías, incluso grabó algunos videos, y al ver que habían huecos en el suelo que indicaban el nivel de putrefacción de la madera, comprendió que no debía avanzar más por seguridad. Con ligera decepción y resignación visibles en su ceño fruncido, salió del honden y regresó al temizuya para decidir desde ahí a dónde se dirigiría después.
Tomó algunas fotografías, incluso grabó algunos videos, y al ver que habían huecos en el suelo que indicaban el nivel de putrefacción de la madera, comprendió que no debía avanzar más por seguridad. Con ligera decepción y resignación visibles en su ceño fruncido, salió del honden y regresó al temizuya para decidir desde ahí a dónde se dirigiría después.
C1577429 · 26-30, F
Miró hacia atrás, hacia el camino tumultoso por el que había accedido y después miró al frente, hacia la escalinata que debía subir para poder decidir qué exploraría primero. Metió el mapa que traía en la mano de nuevo al bolso, y de la bolsa de enfrente de su hoodie, sacó su móvil y comenzó a tomar algunas fotografías. Subió la escalinata y divisó lo que parecía ser un pequeño temizuya que, por supuesto, no tenía más agua. Detrás de este se encontraba un desgastado y ruinoso honden, y al rededor de este, a los lados, habían un par de desgastados edificios, los cuales estaban acordonados, así como lo que parecía ser un pozo y algunas estatuas komainu.
Sus ojos curiosos saltaban de un lado a otro, como si no pudiera decidir a dónde ir primero. La adrenalina hizo mella en su rostro y una sonrisilla se dibujaba de manera inconsciente en sus labios mientras que, con ágiles movimientos, se asomaba y exploraba el honden y su haiden.
Sus ojos curiosos saltaban de un lado a otro, como si no pudiera decidir a dónde ir primero. La adrenalina hizo mella en su rostro y una sonrisilla se dibujaba de manera inconsciente en sus labios mientras que, con ágiles movimientos, se asomaba y exploraba el honden y su haiden.
C1577429 · 26-30, F
Se había incorporado de la reverencia para darse cuenta de que la reacción ajena fue incluso más adusta que antes. Ni siquiera la miró a la cara al decir su nombre. Dejó salir un suspiro casi pesado.
—Hajimemashite, Katai Yui-san...— dijo en un murmullo que quizá el viento frío se había llevado antes de que llegara a los oídos de la hermética mujer. Dejó salir un suspiro pesado y la vio perderse en el firmamento de aquel templo. No era que esperara que se uniera a ella, pero comenzaba a fatigarle la indiferencia de la gente de Ebetsu. Sus brazos cayeron pesados a los costados por unos segundos y sus ojos por fin pudieron apreciar la enorme fachada rojiza de la puerta Torii que se alzaba en la entrada del templo, recorriéndola con avidez y llenándose de los sonidos de la naturaleza. Se giró sobre su propio eje, como para tratar de entender su entorno y observó el panorama.
—Hajimemashite, Katai Yui-san...— dijo en un murmullo que quizá el viento frío se había llevado antes de que llegara a los oídos de la hermética mujer. Dejó salir un suspiro pesado y la vio perderse en el firmamento de aquel templo. No era que esperara que se uniera a ella, pero comenzaba a fatigarle la indiferencia de la gente de Ebetsu. Sus brazos cayeron pesados a los costados por unos segundos y sus ojos por fin pudieron apreciar la enorme fachada rojiza de la puerta Torii que se alzaba en la entrada del templo, recorriéndola con avidez y llenándose de los sonidos de la naturaleza. Se giró sobre su propio eje, como para tratar de entender su entorno y observó el panorama.
YuiK1533361 · 26-30, F
Y es que no podía disfrutar de esa atmósfera cargada de incertidumbre ni del silencio si había alguien parloteando o revoloteando a su alrededor. Para ella estar pisando el templo desolado era una suerte de ritual, un evento muy íntimo donde sus rasgos se suavizaban, donde sus máscaras se resquebrajaban y derrumbaban a medias en la soledad, imitando esos pilares carcomidos por el abandono pero a la vez, donde sus enigmas sugerían poder. Yui en esos momentos se mezclaba con la naturaleza del templo y no era algo que dejase ver a extraños.
No hizo falta decir más. La escueta respuesta hacia la contraria fue suficiente para dar la venia de que ella paseara sola, de dejarla a su suerte en ese lugar, de no mostrar más aridez de la necesaria y, si ella era capaz de encontrar alguna incongruencia o de haber dejado alguna interrogante en el aire, solamente haría falta atender a las respuestas anteriores de Katai, ejercicio que ya la había a forzado a hacer dos veces.
No hizo falta decir más. La escueta respuesta hacia la contraria fue suficiente para dar la venia de que ella paseara sola, de dejarla a su suerte en ese lugar, de no mostrar más aridez de la necesaria y, si ella era capaz de encontrar alguna incongruencia o de haber dejado alguna interrogante en el aire, solamente haría falta atender a las respuestas anteriores de Katai, ejercicio que ya la había a forzado a hacer dos veces.
YuiK1533361 · 26-30, F
La escuchó con atención, impávida. Sabía que de alguna u otra manera la mujer frente así contaba con recursos mínimos para no morir, y no consideraba los físicos, sino de ese encanto que lograba dilucidar detrás de todas sus maneras educadas. La primera alusión de Ciel quedó sin réplica al igual que la segunda. El quiebre de su silencio vino con su nombre. La cercanía de la Venusian no era exagerada, estaba dentro de los límites de la educación, pero para ella se sugirió exagerada así es que dio un paso hacia atrás y volteó dándole la espalda, susurrando suave y sin que sus emociones fueran traspasadas a inflexiones de voz innecesarias.
— Katai Yui. Suerte en tu paseo.
Comenzó así una caminata lejos de ella, lenta y tranquila rumbo al norte, alejándose de la fachada principal y determinando así que no solamente no la acompañaría en la exploración, sino que había cierto rastro de maña o egoísmo en Yui para compartir esos terrenos.
— Katai Yui. Suerte en tu paseo.
Comenzó así una caminata lejos de ella, lenta y tranquila rumbo al norte, alejándose de la fachada principal y determinando así que no solamente no la acompañaría en la exploración, sino que había cierto rastro de maña o egoísmo en Yui para compartir esos terrenos.
C1577429 · 26-30, F
—Mi nombre es Ciel, Ciel Venusian, mucho gusto.—expresó alzando ligeramente más la voz y hablando lento, pues al ser su nombre extranjero debía ser clara al hablar. Por un momento se vio tentada a extenderle la mano, como si la formalidad apremiara, pero ni siquiera esa era su forma, así que se limitó a hacer una corta y breve reverencia en señal de respeto. En cuanto se incorporó sus ojos volvieron indiscretos a la figura que yacía aún en las alturas de aquella escalinata.
—Espero no que no haya ningún problema si me quedo a explorar el lugar, asumiré el riesgo de poder desaparecer por ingenua. ¿O es que acaso está prohibido, señorita...? expresó apacible, casi amistosa y absolutamente suave mientras dejaba abierta la interrogante en espera de saber al menos el nombre de la mujer.
—Espero no que no haya ningún problema si me quedo a explorar el lugar, asumiré el riesgo de poder desaparecer por ingenua. ¿O es que acaso está prohibido, señorita...? expresó apacible, casi amistosa y absolutamente suave mientras dejaba abierta la interrogante en espera de saber al menos el nombre de la mujer.
C1577429 · 26-30, F
Sonrió ante la desconfianza ajena y el claro tono enigmático e irónico que profesaban las palabras de la mujer. Se estaba acostumbrando a la reluctancia de los locales al grado que se sentía inmune a tomar personal cualquier reacción reacia como la que la otra peliazul tenía para con ella.
—Lamento haber cruzado por tus terrenos, no lo sabía y es difícil saberlo cuando la gente no quiere hablar de lugar.— respondió afable y con la mirada puesta en ella sin tapujos.—Bueno, con suerte seremos dos ingenuas que sobrevivan a la maldición. Y creo que tenemos grandes posibilidades, ya que supongo que pasas mucho tiempo aquí por tu investigación y no has desaparecido.—agregó sin malicia y quizá asumiendo demasiado con lo poco que la mujer le había dicho, su sonrisa se amplió simpática.
—Lamento haber cruzado por tus terrenos, no lo sabía y es difícil saberlo cuando la gente no quiere hablar de lugar.— respondió afable y con la mirada puesta en ella sin tapujos.—Bueno, con suerte seremos dos ingenuas que sobrevivan a la maldición. Y creo que tenemos grandes posibilidades, ya que supongo que pasas mucho tiempo aquí por tu investigación y no has desaparecido.—agregó sin malicia y quizá asumiendo demasiado con lo poco que la mujer le había dicho, su sonrisa se amplió simpática.
YuiK1533361 · 26-30, F
No llevaba las manos en los bolsillos de su abrigo sino a merced de la gravedad, como si a primera vista se hallase vulnerable... si no fuera por el destello de sus ojos y por la forma pétrea de su esquema facial. El poder que evocaba de la sola frase que a continuación manaría de sus labios finos, era suficiente prueba de que quizá jamás desaparecería, aún cuando pisara templo:
— Dije ""Casi" todos los ingenuos." — Utilizó un tono sutilmente irónico al enfatizar la primera palabra de su cita, dejando en duda su propia inteligencia con ello. Tan poco le importaba el juicio que la antagónica pudiera hacer respecto de su réplica, que no tuvo tapujos en hacer notar el pormenor de sus propias previas acotaciones y además, dejando en un halo enigmático la verdadera respuesta a la duda de Ciel, encasillándola como una interrogante sin sustento.
— Dije ""Casi" todos los ingenuos." — Utilizó un tono sutilmente irónico al enfatizar la primera palabra de su cita, dejando en duda su propia inteligencia con ello. Tan poco le importaba el juicio que la antagónica pudiera hacer respecto de su réplica, que no tuvo tapujos en hacer notar el pormenor de sus propias previas acotaciones y además, dejando en un halo enigmático la verdadera respuesta a la duda de Ciel, encasillándola como una interrogante sin sustento.
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