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podamos caminar juntos de nuevo.

Estas dificultades de su historia, a pesar de las tragedias, de las peleas, de las desesperaciones, a pesar del dolor que le había causado ella, y él a ella, no cesó de afirmar en sí mismo el amor como una elección.

—Y cuando ese momento llegué, no habrá nada nada más importante que ir donde tu vayas, pues ese será el lugar más preciado para mi...—dijo mientras se alejó, marchó hacía atrás—. Sayonara, Yui.
Dijo con su usual severidad, puesta en servicio de si mismo para castigar su propia estela.

—Mi amor por ti no cambiará, eso es un hecho...—susurró en un suspiró ahogado, mientras guardaba las manos detrás de su espalda—. Ciertamente te amo. Por propia terquedad he perdido mucho, pero aún así te amo. Incluso ahora, te amo mucho más que antes.

No perdía la compostura al decir aquello, más que mantener sus ojos en la figura que buscaba irse.

—No me necesitas para tener éxito en cumplir tus sueños, lo harás sin dudarlo...—dijo con tranquilidad, más no se menospreciaba—. Si te he enseñado algo es porque ambos lo aprendimos juntos.

Tal vez tú y yo no podremos caminar el mismo sendero, el sueño que buscas te hará ir más lejos de lo que quizás pueda caminar...—y otra vez, las lagrimas brotaban, debía irse en sendero opuesto, pero dibujó una sonrisa en sus labios, que solo la ternura de un joven podía tener—. Aún así, te estaré observando desde aquí, para cuando llegue el día que
Se estaba desprendiendo al compás de sus lagrimas con un sin fin de ataduras de las cuales no tenía ni la más pálida idea, pero atribuía a esas lagrimas el esperado diluvio que alimenta las resecas cosechas de arroz. El carácter purificador del agua en su máxima expresión, que se llevaba consigo su propia oscuridad anclada en lo más profundo de su alma. La oía con más claridad, como si pudiera ver dentro de ella a Yui, no a su rival, no a su cómplice, no a su testigo ni atacante, podía discernir entre cada estela visual del fractal unido en una, espectral y rítmica de una melodía como en la síntesis de sonidos, expresiones, palabras o sentidos de su misma silueta avanzando.

—Puedo entenderlo mejor ahora, Yui...—dijo luego de tantos segundos en silencio, mientras borraba las lagrimas de su blanca piel, como si fuese un pergamino que se debía manejar con extremo cuidado—. Y sí, quizás sea tarde para poder remediarlo solo con palabras o mi llanto patético.

(sig.)
Seikichi había olvidado que empleaba tanto tiempo en morir, o en su propio sufrir. Lágrimas de agua salada fluían ya resecas por sus mejillas, llanto que solo podía contenerse con el uso de ambas manos, era también la primera vez que lloraba en un lugar publico, se sentía como si fuera un vestigio de desnudez de su propia alma. Pero en ese instante, en el que sintió como podía sentir, como podía exhalar el aire fresco de un día soleado, de un frio que es llanamente hermoso en ese paisaje que ambos habían teñido de oscuro, Tanizaki encontró belleza sin igual al reencontrarse con sus propias sensaciones, atadas, veladas y trazadas en el primer impulso de la vida al llegar al mundo, tal como un bebé al salir del interior de su madre lloraba, el Maestro sintió después de mucho tiempo una sensación mayor a la siempre precavida tabula rasa que escribía con cautela. Ahora era un mar, ya no un lago o un estanque controlado, era pura vida y pura reacción.

(sig.)
YuiK1533361 · 26-30, F
Yo crecí contigo, Tanizaki-san. Mi amor por ti midió mi carácter y mis palabras. Admiré tu arte por la profundidad que tenías para mirar al mundo a través de tus sensibilidades, en vez de juzgarte y de pisotearte en algo que sé que es muy importante para ti. No recibí el mismo trato, y no solamente eso, sino que además tú sabes como siento mi disciplina porque leíste mi diario de vida. El que digas que crees en mí no puedo creerlo después de todo esto y quizás... algún día si lo demuestras a lo largo del tiempo, pueda volver a confiar en ti.

Iba a avanzar, pero se quedó un momento más, despidiéndose. — Pero no me esperes. Quizás antes puedas encontrar a una mujer "de casa" que se ajuste a tu forma de vivir y a tus expectativas. Sayonara, Tanizaki-san. — Y comenzó su marcha hacia otra de las bancas, apartándose cabizbaja. Ni siquiera el sol cálido de esa mañana fue capaz de entibiar el frío de su nublada tristeza.
YuiK1533361 · 26-30, F
Pero cuando tus fallos me lastiman directamente, no son solamente tuyos, Tanizaki-san... y todo fallo que no se evita, todo fallo que se cubre con el manto de la autocomplacencia, no es un fallo, es un pecado egoísta. — Pausó, siendo especialmente dura mientras se ponía de pie con algo de dificultad, como si esa circunstancia se transformase en un peso físico del cual no se podía despojar. Lenta volteó dándole la espalda, haciendo un sondeo flemático con la mirada para ver si había alguna otra banca vacía hacia la cual dirigirse.

Tenía pleno conocimiento de lo devastado que se encontraba el tatuador, pero no sintió ni satisfacción ni lástima. Consideraba después de todo, que esa situación, esa charla eran necesarias para ambos, para reflexionar juntos la encrucijada a la que habían llegado, y la que parecía ser irreconciliable. No se giró hacia él cuando tuvo la intención de decir la última de sus frases, con una inflexión especialmente serena.
aquel momento. El muy incapaz cerró sus ojos mientras caía el agua salada hacía sus labios, pasando por sus finos bigote y barba. Tanizaki apartó la mirada, era la primera vez en su vida que lloraba frente a otra persona que no fuese su más intima familia, ese sentimiento de dolor que era tan inconmensurable que no le quedaba remordimiento tal como partirse en dos en un dolor que llevaba dentro por grandes extensiones de horas. Cuando la voz, cortada y firme demandó la capacidad de hablar fue tan amplia como para ser certera.

—Claro que creo en ti, Katai Yui...—dijo con un tono tomado, tomado por lagrimas y decidía, aún así lo que menos deseaba era verse como un abanderado de la lastima, por eso optó por simplemente alejarse, apoyar su diestra en uno de los cercanos troncos para tomar impulso antes de marchar a otra arboleda donde poder calmarse en su propio turno.

—Tal vez ahora no lo entiendas, pero ojala un día pueda demostrarlo.
—Entonces dime como puedo ser mejor, dime entonces como puedo soportar la tristeza que tengo...—dijo mientras se le rompía el corazón de verle con esas manos ofuscando su rostro, escondido entre sus dos manos ¡Si fuesen las propias acaso! En esas manos de seguro se sentiría mejor, solo esas manos del tatuador podrían reconfortarla, pero no podía, no podía acercarse. Lo intentó, camino hacía ella más se detuvo como si un mural, una pared armada de defensa le evitó pasar. No dudó en quedar casi en cuclillas, frente a ella. Seikichi jamás podía creer que ante alguien daría lo equivalente a una reverencia, más fue simplemente para acercar su cuerpo a la figura de Katai.

—No tienes que lidar con nada, mis fallos son mis fallos...No son tuyos —delató, mientras negaba una y otra vez. El varón Tanizaki se puso de pie, mientras se cruzaba de brazos en una asertiva cuestión, evitó mirarla, por supuesto al momento de sentir las lagrimas cayendo de sus mejillas. Sabor amargo, impensado para...
YuiK1533361 · 26-30, F
Además, nada me asegura que no volverás a lastimarme como lo hiciste, Tanizaki-san. No me interesan tus palabras de amor si no fuiste capaz de probar que ese amor te volvió una mejor persona, que es suficiente para romper tus paradigmas de vida y te haga crecer como hombre, como un hombre de verdad. — Voz afilada, un susurro tan frío como los que merodean en los inviernos de Hokkaido, pero a la vez mostrando el ardor de un alma quebrada. — No creíste en mí ni en la verdadera naturaleza de mis motivaciones. No me queda más que ser yo la única que siga creyendo en que mis sueños pueden ser cumplidos. —Sentenció, develando su semblante húmedo a la luz del día parcialmente cubierto por el barbijo, removiendo cuanta agua salina pudo con sus manos. Seguía sin poner sus sentidos directamente sobre él. Los cubículos de vacunación eran esa salvación a la que sus ojos se aferraban.
YuiK1533361 · 26-30, F
Puso ambas palmas sobre su rostro para poder cubrirlo, a su vez recargando los codos sobre los propios muslos, inclinándose hacia adelante para poder lograrlo. No sollozaba, sus hombros no se estremecían con el incomprensible llanto que salía silencioso de sus ojos. Parecía ligeramente avergonzada de ser puesta en una situación tan sensible en público, en un lugar tan abierto donde hasta la brisa tibia de esa mañana era testigo de que Aoi Inja sí tenía sentimientos. En ese momento, los cuchicheos lejanos cesaron para dar paso a un susurro ahogado por la ofuscación de su faz:

¿Tú crees que yo quiero estar con alguien que es mala persona, o que se considera mala persona en el fondo? — Negó con la cabeza al instante para responder a esa pregunta retórica antes de proseguir. — Lidio ya con bastante como para tener fe en que sacaré lo mejor de ti y que en algún momento dejarás de pensar eso de ti mismo.

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