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SeikichiTanizaki · M
cuerpo apoyado en la pared más próxima, ofuscado en los gritos de Yui, no le culpaba de aquel tormento, él sabía muy bien que la culpa había sido propia por desafiar a autoridades inmortales con su petulancia, obligándolas a sacar sus venenos singulares, sus poderes, sus habilidades como el abanico de un pavo real frente a un humano, un pequeño e inofensivo humano, más un humano con el temple de un tigre: Los ojos feroces de un bestia que no olvida ni tampoco suele perdonar. Su mirar termina de dibujar al hombre alejándose, momento desde lo profundo de su alma que se gesta aquel pensamiento <<Su más grande fallo no fue haberme hecho esto, su más grande error fue dejarme vivir.>>
Con el semblante y el cuerpo destrozado se acercó, más bien se derrumbo contra ella, incapaz de usar sus manos. Pero todavía férreo como para admitirlo, se dejó llevar contra el calor de su ropa, también de su piel.
Vamos a casa.
Con el semblante y el cuerpo destrozado se acercó, más bien se derrumbo contra ella, incapaz de usar sus manos. Pero todavía férreo como para admitirlo, se dejó llevar contra el calor de su ropa, también de su piel.
Vamos a casa.
SeikichiTanizaki · M
pero que en el fondo solo caen en provocaciones simplonas y humanas, demasiado humanas. Al fin y al cabo, si Asura fuese un simple humano en esta ocasión lo más probable es que le hubiera dado un puñetazo en el rostro del tatuador, para luego marcharse como acababa de hacer. La diferencia es que claro, los cielos (o los infiernos) le sonreían con un poder más allá de lo comprensible, si aquel <<demonio>> debía de tener cualidades superiores a la de seres como Seikichi, esté no las tenía. Sus manos dejaron de hablarle y de responderle, podía sentir gracias a sus sentidos infectados con la maldición de Yui la disonancia entre su equilibrio ¿Cómo sabía ese ser que sus manos eran lo más precioso? ¿Le conocía acaso? ¿Había llegado su leyenda entre los cielos y los infiernos? Era tal su legado que quizás incluso los ángeles o demonios sabían de su nombre y su talento, por eso castigaban su orgullo arrebatándole lo más valioso que esté tenía. Su enfermizo porte, calamitoso al quedar su...
SeikichiTanizaki · M
¿Ese es el peso de ofender un Ángel? El dolor crepitante y absoluto, incluso para alguien que conoce los límites y secretos del tormento; Él se dedica a herir las pieles, desgarrar las carnes y hacer de ellas algo único. No hay belleza en este dolor, sino la vulgaridad de la rabia contraría de un ofendido y caprichoso ser. Nada podía castigarle más que esa infame rabieta, sin embargo, pese a la tortura que yace en su cuerpo entumeciéndolo y robándole una mueca de castigó infame, hay un sentimiento de profundo triunfo en el infame tatuador.
Los humanos no se exasperan, no se vuelven locos, no reclaman a los cielos salvación. Son los ajenos -los contrarios- quienes se desesperan ante lo que no pueden vencer. Ella detuvo sus pasos para acercarse a Seikichi, no pudo alertarle ni tampoco pudo protegerlo de lo que parecía imposible entre humanos como ellos, son víctimas sin más, son seres viscerales expuestos a los castigos de quienes fueron dotados de poder y responsabilidad "superior".
Los humanos no se exasperan, no se vuelven locos, no reclaman a los cielos salvación. Son los ajenos -los contrarios- quienes se desesperan ante lo que no pueden vencer. Ella detuvo sus pasos para acercarse a Seikichi, no pudo alertarle ni tampoco pudo protegerlo de lo que parecía imposible entre humanos como ellos, son víctimas sin más, son seres viscerales expuestos a los castigos de quienes fueron dotados de poder y responsabilidad "superior".
YuiK1533361 · 26-30, F
— ¡KISAMAAAA!
Tras llegar a un lado del Hirudora, Katai posó una de sus manos sobre el brazo de aquel, suplicando casi al instante. — ¡Gomensasai, gomenasai! No... yo no sabía que el idiota ese... ¡¿Estás bien?!
Tras llegar a un lado del Hirudora, Katai posó una de sus manos sobre el brazo de aquel, suplicando casi al instante. — ¡Gomensasai, gomenasai! No... yo no sabía que el idiota ese... ¡¿Estás bien?!
YuiK1533361 · 26-30, F
Sus sentidos, aún crispados atisbaron la manipulación de la realidad en el entorno. Pudo sentir algo similar a insectos invisibles que se posaban en su propio cuerpo cuando el serafín a lo lejos murmuró sus desaires, y en consecuencia detuvo sus pasos en seco, giró hacia Seikichi con gesto desesperado, e ídem inició una carrera de vuelta hasta el artista. Aunque era ágil, no fue lo suficiente para alertarlo ni para ir en desmedro de los efectos que tendría la sutil técnica del dolido serafín en contra de su compañero. Cada paso que daba se transformaba en un segundo de incomodidad, o quizá sufrimiento para el Tanizaki, algo que la llenaba de ira. Por un instante, antes de que las flamas negras terminaran del todo por consumir la presencia de Asura, de forma visceral surgió un solo grito.
AsuraKaos1530695 · 36-40, M
y mientras esto sucedía, las partículas que estaban adheridas al cuerpo del varón Seikichi reaccionaron ante el caprichoso deseo nuevamente de su amo, fue un sarpullido inicialmente, algo sutil, haciéndole sentir al humano como si insectos caminasen por su cuerpo pero no era más que energía maldita que atravesó los poros de la piel humana sin nada que lo detuviese por el desconocimiento ajeno quizás, y finalmente toda esta minúscula manifestación mágica llego hasta los dedos de los miembros superiores del varón, fue agudo, un punzón inicial, algo que le causaría el dolor similar a la picadura de un avispón, pero para él, quien era el que podía sentir todo a diferencia de la dama, y por deseo propio del azabache que termino de retirarse en ese justo instante, las terminaciones nerviosas fueron corrompidas al punto de limitar el libre movimiento de cada uno de sus dedos, un acorde castigo para alguien que usa la magia y maravilla de sus dedos para ilustrar las más extraordinarias artes*
AsuraKaos1530695 · 36-40, M
*Exclamo con serenidad el varón mientras se retiraba, aquellas partículas de la energía corrupta perteneciente a la entidad sobrenatural, las cuales antes habían sido extendidas impregnando las fisionomías de ambos seres humanos sin que ninguno de los dos las haya repelido de alguna forma, un error que en cada batalla que ha enfrentado el angélico ente ha sido lo suficientemente grave para sus contendores, un error que el mismo pago contra uno de sus rivales*
*Fue corto, una sonrisa picaresca seguida de una mirada de soslayo hacia aquella mujer con quien alguna vez compartió un gremio, fue un mensaje final que no tuvo palabra alguna, no era un ser bondadoso, a pesar de proteger a la humanidad y aquellos seres que no contasen con capacidades de defenderse, igualmente imponía el castigo, la presencia física del serafín poco a poco fue cubierta por llamas negras que se alzaban desde los suelos, parecía que su fisionomía se desintegraba en partículas de ceniza, deformándose lentamente..
*Fue corto, una sonrisa picaresca seguida de una mirada de soslayo hacia aquella mujer con quien alguna vez compartió un gremio, fue un mensaje final que no tuvo palabra alguna, no era un ser bondadoso, a pesar de proteger a la humanidad y aquellos seres que no contasen con capacidades de defenderse, igualmente imponía el castigo, la presencia física del serafín poco a poco fue cubierta por llamas negras que se alzaban desde los suelos, parecía que su fisionomía se desintegraba en partículas de ceniza, deformándose lentamente..
AsuraKaos1530695 · 36-40, M
*Si bien las palabras necias y gritadas ofrecidas por aquella mujer de humana precedencia le habrían cortado de manera imprudente las suyas, puesto pareciera que su propia insolencia le hacía creer que por el respeto ganado u otorgado por el contrario le daba el derecho a hacer lo que desease por encima de los deseos caprichosos de una entidad angeló-demoniaca en este caso, las palabras finales que habían sido irrumpidas aun en contra del deseo de la mujer de azules cabellos, retumbaron en la mente de ambos obligando a que el mensaje fuese entregado sin posibilidad de eliminación alguna puesto que la capacidad de comunicación telepática unida a la habilidad sensorial del serafín transmitieron con total lucidez cada palabra, ser o no tomada en cuenta, no era de sus intereses y más allá de ese hecho, ya habría cumplido su cometido *
La insolencia de uno, la pagara el otro……
La insolencia de uno, la pagara el otro……
SeikichiTanizaki · M
la parte de la fémina <<Me está protegiendo.>> Susurró para sí, ¿Pero cómo entenderla? Ni siquiera al momento de alejarse del ya alejado Asura, sus pasos parecían más cautos que el principio, tenía muchos pensamientos ahora mismo, pero no podía siquiera hilarlos.
SeikichiTanizaki · M
<Quizás no pueda después de todo ¿Le temerá a Yui?>>.
Entonces me temo que debo ser yo quien tome las cautelas, si crees que mi experiencia con seres como tú es nula, equivocado estás. La diferencia es que yo conozco cuales son los límites que deben tener los seres que se esconden en las tinieblas y los que caminamos la calle mostrando nuestra verdadera cara.
Pero claro es que el grito fue avasallador, y terrible. Incluso Seikichi pareció salir de su escondite interno alzando sus ojos con el sumo de las sorpresas. El caballero había dado su punto final, pero Invierno en Hokkaido todavía tenía que soltar sus maldiciones y su poder, el frío susurro de una melancolía que no esperaba volver a ver apareció ante sus ojos, era la misma mujer maldita que tatuó aquella vez. Y eso alcanzó para que Seikichi se perdiera un instante en verla alejarse, quedó en el medio de aquel conflicto sin darse cuenta, sinceramente sin saber si ir hacia ella. Todavía sentía esa extraña dulzura por
Entonces me temo que debo ser yo quien tome las cautelas, si crees que mi experiencia con seres como tú es nula, equivocado estás. La diferencia es que yo conozco cuales son los límites que deben tener los seres que se esconden en las tinieblas y los que caminamos la calle mostrando nuestra verdadera cara.
Pero claro es que el grito fue avasallador, y terrible. Incluso Seikichi pareció salir de su escondite interno alzando sus ojos con el sumo de las sorpresas. El caballero había dado su punto final, pero Invierno en Hokkaido todavía tenía que soltar sus maldiciones y su poder, el frío susurro de una melancolía que no esperaba volver a ver apareció ante sus ojos, era la misma mujer maldita que tatuó aquella vez. Y eso alcanzó para que Seikichi se perdiera un instante en verla alejarse, quedó en el medio de aquel conflicto sin darse cuenta, sinceramente sin saber si ir hacia ella. Todavía sentía esa extraña dulzura por
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