No discutió ser propiedad de ella, ni siquiera su orgullo se habría atrevido a negarlo. Tras deshacerse de toda su ropa, estiró su mano hacia el agua y la limpió de todo rastro de arena o suciedad. Acarició así su rostro, sus perfectos y suaves pechos, sus costados, hasta llegar a su intimidad, que consintió con caricias, por ahora lentas, a la parte más sensible. Todo esto sin dejar sus labios. La besó, succionando cada labio con suavidad e invadió su boca con su lengua. Si ella iba a aclamar posesión sobre ella, ella iba a ejercer dominancia sobre la sensual demonio con cada acción.

De tratarse de otra persona no habría perdonado la osadía de haberla tumbado en la arena, pero esa mujer era una ladrona que se robaba hasta sus permisos más especiales.

—¿Estás segura de que no eres tú quien se está volviendo de mi propiedad, Yu Fang?— Cuestionó esbozando en su rostro una sonrisa ladina, complacida.

Sus ojos se cerraron y sus labios recibieron ese beso de gusto dulce que aceleró su corazón inevitablemente, incapaz de quedarse quietas sus manos acariciaron su cuello con roces suaves que avanzaban hacia su nuca.

Amplió su sonrisa y sus dedos se enterraron en la arena bajo el agua al cruzar miradas con esa intensa contraria. Si bien se sentía derretir, al contrario de intimidarla, la atraía como la miel al oso.

Caminó a gatas hasta ella, tomando su cintura en un abrazo repentino que la acostó en la arena bajo ella y se acercó a sus labios.

—Hoy eres mía como estas aguas, Hazel~

Unió sus labios en un beso cálido que no tardó en volverse íntimo, mientras su mano inquieta iba metiéndose en sus ropas, quitándolas de a poco, sin prisas.

—Oh, así que este era tu plan desde el principio, bribona, traerme aquí sin aviso para aprovecharte de la situación— Se acercó con ella a la orilla del agua, mirando el azul cristalino resplandecer bajo la luz del sol, el clima era perfecto para darse un baño.

Cruzó los brazos sobre el pecho mientras su mirada rojiza se clavaba en la ajena de similar color —¿Me quieres ayudar a quitarme la ropa entonces, Fang?—

—Oh, pero no son desconocidas. Estas aguas son mías.

Aseguró con orgullo, antes de acercarse a la orilla.

—Huh... Entonces tienes dos opciones: mojar tu ropa o dejarla afuera~

Alzó ambas cejas con ingenio y la misma sonrisa traviesa.

—No es mi estilo meterme en aguas desconocidas, querida, ni siquiera tengo traje de baño—