No sabía como pero el beso se había logrado, era como una ley de atracción que le impedía huir; pronto su corazón latió desmedido y sus labios tiritaron sobre los ajenos, compartiendo su respiración con él. Empujó un poco con su rostro, se sentía bien y quiso permanecer ahí, moviendo sus labios, era su primer beso y no sabía como hacerlo del todo.
Al reaccionar lo empujó con ambas manos sobre el pecho, echando atrás su rostro invadida de vergüenza. —¡E-Eres un tonto! ¡Me has quitado mi primer beso, bestia! —Acotó exaltada, nerviosa y a la vez muerta por dentro, por fin se habían besado, algo que muchas veces aún en contra de si misma había deseado.