Se sintió reconfortada en el refugio de esos brazos, en el calor que ofrecían sólo para ella y que tanto le dolía abandonar pronto, pues debía volver a Magnostadt. Ahí, le escuchó sin interrumpir, sin ninguna clase de alteración como en años atrás; atenta a cada palabra que trajo consigo un hálito de esperanza renovada que mostró al alzar su rostro para poder mirarlo, para hallar calma a sus dudas.— ¿Pronto?... ¿De qué hablas? —respondió enseguida, reacomodándose para erguirse y así posar sus manos sobre los antebrazos ajenos, sujetándose de éstos.— ¿E-En qué estás pensando? ¿Sabes algo qué yo no sepa sobre los planes de Sinbad?—ésta vez se notó un tanto ansiosa, con los ojos tan abiertos como su alma misma en ese momento donde lo único que más deseaba era encontrar una salida a ese predicamento.