Se sintió reconfortada en el refugio de esos brazos, en el calor que ofrecían sólo para ella y que tanto le dolía abandonar pronto, pues debía volver a Magnostadt. Ahí, le escuchó sin interrumpir, sin ninguna clase de alteración como en años atrás; atenta a cada palabra que trajo consigo un hálito de esperanza renovada que mostró al alzar su rostro para poder mirarlo, para hallar calma a sus dudas.— ¿Pronto?... ¿De qué hablas? —respondió enseguida, reacomodándose para erguirse y así posar sus manos sobre los antebrazos ajenos, sujetándose de éstos.— ¿E-En qué estás pensando? ¿Sabes algo qué yo no sepa sobre los planes de Sinbad?—ésta vez se notó un tanto ansiosa, con los ojos tan abiertos como su alma misma en ese momento donde lo único que más deseaba era encontrar una salida a ese predicamento.

— No debes preocuparte por ello, creo que el viejo Sinbad era consciente de que partiriamos de su lado, no creo qué nos odie— Procuró tranquilizarla mientras la resguardaba entre sus férreos brazos como su pecho el cual recibió ese bonito rostro para servirle de almohada —¿Me creerías sí ;te digo qué estaremos juntos pronto?, ten paciencia Yamuraiha...yo me armó de esta a diario— Así la apretujo más contra su cuerpo y halló paz en escuchar su respiración.

escuchar el latir de su corazón en sincronía con el suyo propio.

Apenas sintió sus manos sobre sus mejillas, volvió la mirada a la ajena para reencontrarse consigo misma como tantas otras veces, hallando en esos ojos una fortaleza tan lejana a esos tiempos donde ambos eran como críos peleando por cualquier cosa; ésta visita a Heliohapt le había bastando no sólo para llenarse el corazón al verlo de nuevo, sino para descubrir que él ahora era un hombre, y que quizá por primera vez estaba siendo más firme que ella, convirtiéndose en su sustento después de todo, de tanto. — Sharrkan...—susurró ya sin aguantar la evidencia acuosa de su dolor, lágrimas que corrieron de sus preciosos ojos azules más cristalinos que nunca, ésta vez impulsándose para abrazarlo, ahí, en el piso sin seguir ningún protocolo, sin importarle nada más que él.— A veces me lamento... Me lamento de no haberte hecho caso aquella vez en Sindria y huir ¿Crees qué la vida y Sinbad nos habría perdonado por ello? —habló contra su pecho, ahí donde podía...

Parpadeó.
Una milésima de segundo le costó transformar sus pupilas de un verde intenso a un par de cristales traslucidos qué reflejaron sus sentimientos, lo qué ella decia era cierto pero fue ese hermoso rostro enrojecido casi afiebrado el qué le removió su corazón. — A mi lo único qué realmente me hace infeliz es qué estés lejos...la mejor vida qué tuve fue a tu lado cuando estábamos en Sindria, me hubiese gustado haber sido más maduro en esa época y haber aceptado mis sentimientos por ti, qué estar negándolos en medio de gritos y provocaciones — Soltó esos hombros y le tomó de las mejillas — Te Amo...y esta situación me aflige —

Exhaló sin mirarle a los ojos, no podía... No quería verse reflejada en ellos y soltarse a llorar, porqué eso es lo que sentía, un nudo incómodo en su garganta que de a poco crecía, oprimiéndole el alma. Ahí, sus manos se empuñaron sobre el piso, notándose sus cabellos desaliñados y sus mejillas intensamente enrojecidas, como sus hombros al ser sujetados por él, aunque en menor intensidad.— Estoy siendo egoísta... Es todo.—comenzó, alzando el rostro por fin un tanto.—Hemos elegido éste destino, seguir a Sinbad en cada paso... Pero haber dejado nuestro hogar, vivir lejos los unos de los otros... ¿No debería alegrarme por todo lo que hemos logrado? —pausó, mordiéndose el labio inferior unos segundos.— Una parte de mi no puede hacerlo aún... Porqué sé que mañana no podré verte.

Cuando sintió qué se apartó regresó su mirada a ella, y la preocupación se entronó en el pensamiento del moreno quien sin mucho preámbulo le tomó de los hombros evitando qué diera de lleno contra el suelo — Te lo dije, además no eres de...estar ebria, ¿que tratas de ocultar?— Soltó a medias también alcoholizado pero más consciente qué ella. Fue entonces cuando quedó de rodillas frente a ella aún sujetándole con esas férreas manos por sobre esos niveos y frágiles hombros.

— ¿Y qué importa? —susurró con reproche, notándose su voz entorpecida por el efecto etílico; pasando así a deslizarse poco a poco sin voluntad alguna por detener su caída sobre el piso a espaldas de él, sin llegar a caer de golpe.— Mañana no me importará nada cuando esté lejos de aquí. —habló con la sinceridad a brote, tal vez por el mismo alcohol; manteniéndose apoyada del piso con ambas manos con el rostro agachado, dando suspiros por los pequeños mareos que sentía.

— No deberías, después no podrás ni moverte, y mañana te dolerá la cabeza— trataba de comportarse de una forma madura, pero a decir verdad, ver ebria a la maga era algo que le llenaba de distintas emociones.