¿Quedarse?... ¡¿Quedarse?! La mera idea le hizo saltar el corazón, claro que se quedaría, luego de escucharlo, de sentirlo, de haberlo necesitado tanto como a su preciada magia; pero había otra realidad ¡Magnostadt! Por lo cual desvió su mirada un tanto agobiada, aún apretando su bastón en la diestra— Puedo quedarme unos días... Pero debo volver a Magnostadt, lo sabes ¿Cierto?—titubeó un poco antes de seguir, relamiéndose los labios al llevar su zurda a los atuendos del Sharrkan—Sólo hay una manera en la que pudiera quedarme por siempre aquí... T-Tú sabes—las mejillas se le iban poniendo tan rojas que sentía calor; sí, en lo que pensaba era ¡Matrimonio!.
—¿Qué sí te extrañe?, Yamuraiha, no sabes cuantas noches se me fueron pensando en este encuentro, de verdad ya no quiero que éstes lejos de mí— Fue tan claro diciendo eso, tanto que sonrío confiado y separandose solo lo necesario para observar a su linda chica, esos largos días en su país natal habían forjado en Sharrkan una actitud más firme y madura, eso se notaba en su forma de expresarse y dirigirse a ella, pero algo con lo que no podía luchar era con ese sonrojo en sus mejillas, eso era algo que ni con todos los protocolos reales aprendidos podría revocar o disimular. —¿Te quedarás?—
No se esperaba aquello, en ningún plano lo había previsto siquiera pero ese beso le había devuelto una parte de su alma, mas no la calma pues sólo había conseguido intensificar el rojizo de sus mejillas por si no era suficiente ya, asintiendo por el gesto al cerrar sus ojos con fuerza, una fuerza innecesaria que fue menguando conforme él se portaba tan dulce con ella y aspiraba su aroma, ese tan fresco, casi cítrico que poseía por las esencias en su piel. – S-Sharrkan –Suspiró enamorada, tan inmersa que también para ella el resto pasó a esfumarse, sólo estaba él y nadie más.– ¿Me... Me extrañaste? –cuestionó tímidamente, ella lo había añorado con tantas ansías que más de una noche se halló abrazando su almohada, deseando tener la capacidad de traerlo a ella.
–¡¿Eh?!– Se quedó de piedra, entonces dudoso de lo que ella dijó llevó el meñique de la mano izquierda a su propio oido para frotarlo en la cavidad, tal vez tenía suciedad o algo así y por ello no había escuchado bien o había escuchado algo que anhelaba.
Entonces notó ese gesto gracioso en la chica, eso había sido tierno y sí, para el moreno cualquier actitud donde la maga tuviese las mejillas rojas era algo que de verdad le encantaba. Por lo que se acercó más y besó la frente de la chica, de forma pausada y derramando todo el amor que por ella sentía, tanto que cerró ambos ojos y a su olfato llego el aroma de su chica, esto dibujo una sonrisa en el moreno quien tomó a la maga por ambos hombros, no quería que se apartará pero que sí le dejará continuar esa cercanía, poco le importaba sí el resto de la gente en el palacio los observaba.
–¡¿Y qué cara quieres qué ponga si ahora te ves tan atrac-...?!–Se cubrió los labios ipso facto ¡¿Cómo era posible qué la lengua le traicionara de esa manera?! Pero más aún ¿Cómo era posible qué aún le apenaran tanto esa clase de cosas con él? Después de todo ya eran pareja, pero había sido culpa del tiempo que habían pasado lejos por obligaciones con sus respectivos países. Desvió su mirada un poco con un visible sonrojo en esas tersas mejillas acariciadas por los mechones de su azulado cabello, tomando tragos de aire breves– Es que... Te ves muy bien así ¡M-me gustas!–Apretó su bastón en la diestra, armada de valor por fin al mirarle fijamente a los ojos con sus cejas tan fruncidas que hasta su expresión se tornaba tierna y cómica.
– Ah, sí, estoy un poco más alto y bueno estas ropas de la realeza me dan un aspecto de anciano, pero...¡No por eso debes poner esa cara!–
Dijó entonces para tratar de tranquilizarla, parecía estar alterada y bueno a decir verdad hace mucho no la veía, la extrañaba demasiado y aún después de un tiempo juntos le costaba las muestras de afecto.
– No... No es eso, es que ¡Eres demasiado grande ahora! –Ni idea a que venía eso, quizá el tiempo que se habían dejado de ver, realmente lucía más alto y mucho más maduro, cosa que encendía el sonrojo en las mejillas de la maga.