Entró en calor gracias al arropo que él le hacía, se acurrucó y descansó finalmente, apenas percibiendo aquel dulce beso en compañía de sus palabras, suficiente para hacerla sonreír aún bajo los efectos del sueño, como si su alma estuviera conectada a la del espadachín.

Tan en calma estaba que apenas y se movió un poco cuando la cama le recibió, no sentía el calor tan único de su amado, pero a cambio de eso su aroma le endulzaba los sueños por la túnica que la envolvía, impregnada de él. Esa noche sería única, sería lo más cercano a dormir con él por la única que le daba resguardo del frío.

Bajó la mirada y notó que ella ya dormía, ¡claro! la había escuchado musitar lo último y esto le robó una sonrisa al moreno, quien la mantuvo entre sus brazos. Entonces aprovecho que su capa perteneciente al uniforme real de Sindria descansaba a uno de sus costados y sin interrumpir el sueño, y la posición de su amada la cubrió con este.

–...Por toda la eternidad...– Le susurró cerca de los cabellos marinos para cerrar ambos ojos y depositar un beso ahí. Aguardó a que ella profundizara su sueño y cuando lo hizo, la cargó hasta su cama. Fue cuidadoso incluso recostandola ahí, trato de ponerla lo más comoda posible y al final le dejó bien abrigada.

Sintió tanta protección como calidez entre esos brazos tan fuertes como gentiles con ella <Sólo con ella> Se acurrucó y cerró los ojos en calma total, retrayendo las piernas un poco hasta adoptar una postura fetal, perfecta y justa, sonriendo una vez más por el beso a su frente hasta ir disipando ese gesto a uno tan neutro y calmo que parecía irreal, un semblante que sólo en sueños adquiría. — Quédate conmigo por la eternidad entonces... ¿Sí? —Su voz fue bajando el tono, tiñéndose somnolienta hasta bostezar y frotar su mejilla contra el pecho ajeno un par de veces con un largo suspiro al final antes de caer dormida ahí mismo, segura y protegida, feliz y tranquila al lado del hombre que tanto ama. — Por siempre... —Fue lo último que dijo en un hilillo más tenue de voz.

Feliz correspondió a ese juego de labiales y así mismo le permitió la cercanía sobre sus piernas, donde el bello y liviano cuerpo de la maga podría descansar. Era como sí ella fuese hecha a su medida, como sí tenerla así de cerca le completará, ella era su complemento perfecto.
Entonces, le rodeó con sus fuertes brazos y aquello procuró la cercanía, esa que anhelaba a cada momento con tan solo verla. — Yo podría decirtelo todo el día por la eternidad sí me fuese posible...— Le besó la frente cerrando ambos ojos, pues así podía sentir esa cercanía de una forma más pura, Sharrkan jamás lo decía pero era realmente profundo con cualquier acción y eso se lo debía a la cultura a la cual había nacido. Su corazón golpeaba insistente su pecho pero él era el que parecía estar hechizado por la peliazul

poseía. — ¿Sabes? Podría quedarme aquí por siempre escuchándote decirlo... Esto nunca va a cambiar, nunca, lo prometo. — Suspiró tan prolongadamente que su estado de enamoramiento podría ser visible a kilometros, él la hacía caer en un sortilegio del que no quería despertar.

Cuando sus mejillas fueron tomadas de esa manera, toda su atención fue capturada por él, sólo para él en la unión visual que nacía entre ambos. Entonces pudo ver ese brillo especial y hasta dulce en los ojos de su amado espadachín, su corazón latió al compás de ese momento tan emotivo donde no lo juzgo por el rastro acuoso en sus ojos, sino que se conmovió al punto de sentir un nudo en su garganta que hizo tiritar a sus labios; estaban en la misma frecuencia y casi podía sentir que no eran parte de ese lugar, que habían ido a otro donde sólo importaban ambos, donde él parecía otro y ella misma dejaba de lado sus miedos e inseguridades, cualquier atisbo de duda e incluso esa violencia habitual.
En cambio sus labios respondieron a los ajenos luego de sus palabras, dulces y bien recibidas por ella, breves vocablos tan intensos que la obligaron a levantarse y buscar asiento sobre las piernas de Sharrkan, acurrucando su mejilla contra ese fornido pecho que

Y un montón de sentimientos le golpearón el corazón al muchacho, ese moreno supo que su vida se le iba en medio de esa mirada. Esos ojos celestes eran el mismo cielo, recordó el paisaje de su tierra natal: esa arena blanca que combinaba perfectamente con el enorme cielo azul, ese lienzo virgen intacto y tan puro, ese mismo que el solo quería tocar con dulces caricias esas mismas que solo tenía para ella. Dejaba a un lado ese autentico "patán" que solía ser para convertirse en el Príncipe ideal que ella merecía y no le importaba comportarse de esa forma con ella, la amaba demasiado y aquel pacto romántico se cerró con ese hermoso beso.

Al termino le tomó de ambas mejillas y le miro a los ojos, con los propios brillantes casi cristalinos. Sí, estaba al borde de sus sentimientos, pues supo que no podía seguir haciendose el rudo en un momento tan infinito para ambos, ese momento que él mismo procuró.

— Yamuraiha, de verdad Te Amo— Dicho esto le beso de vuelta.

tan pero tan bien. Suspiró una vez más, sonrió más también antes de que sus labios soltaran dos palabras solamente.— Te amo... —Musitó tan delicada en su habla que parecía inverosímil; alzándose un poco para poder unir sus labios a los suyos en un suave beso colmado de emociones, no hacía falta que fuera más que un toque, lo significaba todo en ese momento.

No habían gritos ni peleas, sólo ellos dos al pie de esa ventana. Pronto buscó la mano de su espadachín, entrelazando sus dedos con cariño, su mano era pequeña a diferencia de la ajena, aquello le fascinaba así que sonrió aún más hasta alzar su rostro de su hombro para poder mirarlo y pillarlo observándole de esa manera, lo cual le hizo fruncir un poco sus cejas, confundida por esa mirada, aunque pronto se halló igual, nadie, absolutamente nadie le miraba de esa manera e inmersa en el precioso verde de sus ojos, en sus facciones perfectas y tan gallardas, además de esos cabellos claros, peculiares y tan llamativos, se convenció de que podría pasar la vida entera admirándolo... Memorizando cada expresión, lo conocía tan bien. Por ejemplo, sabía bien cual era su sonrisa arrogante y orgullosa cuando blandía su espada, pero también conocía su sonrisa sincera, la más hermosa que jamás había visto, sabía cuando estaba de mal humor, cuando estaba de bajos ánimos... Era increíble el conocerlo

Permanecía tan tranquila junto a él, con una sonrisa que no tenía que planear ni forzar, se adhería a sus labios de forma natural ante esa calidez que él le ofrecía con su compañía, su habla y las muestras de afecto que compartían ahora... Era tan reconfortante o incluso más que cualquier logro en torno a la magia.

Él era hosco, muy distinto a ella pero era perfecto, mientras ella observaba lo minúsculo de la vida a detalle, siempre analizando de más, él la hacía abrir los ojos a una gama inmensa de colores que no había admirado de esa manera antes, la hacía tomar otros riesgos y eso era fascinante. No había sentido tanta dicha desde el día en que encontró un hogar en Sindria, desde que se desató de las cadenas de su pasado, de ese pasado que le lastimaba en lo más recóndito de su alma, pero con él pasaba a ser sólo un turbio recuerdo.
El silencio era tal que incluso su respiración era audible, también podía escuchar la de Sharrkan y aquello lejos de desagradarle le tranquilizaba