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Odessa · F
Aún recordaba con cariño aquellos tiempos en Iralnor; Yitien era más joven e indomable, ahora parecía ser más prudente, pero no por ello dejaba de ser letal, de eso podía estar segura. Era como una exótica joya paseándose por el pulcro y pálido lienzo que suponía el territorio de Nashdag, siempre predominando el color blanco en sus construcciones, altas torres que rodeaban el inmenso palacio, demasiado ostentoso como para pasar desapercibido.
Pronto se vio obligada a soltar la mano de su tan querida amiga, pues se adelantó—. Dame un momento— pidió, a lo que una de sus mujeres de compañía: Magda, se acercó a la Soberana, recibiendo indicaciones que acató ipso facto al salir de ahí.
— Bebamos algo; me gustaría saber como están el resto.— dirigió a Yitien, desplazándose con soltura y distinción por el largo corredor que dirigía a uno de los salones del palacio. Sus atuendos eran distintos que en Iralnor, pues en Nashdag el frío no era crudo con en las tierras del norte; ésta vez lucía un vestido largo a hombros ligeramente descubiertos, de tela suave y clara, haciendo juego con sus largas y albugíneas hebras, ahora más largas que cuando vivió con los salvajes de hielo—. ¿Fue un buen viaje para ti, Yitien? —cuestionó una vez la mujer se emparejara a su costado, bajo la mirada de los soldados desplegados a lo largo del corredor. Para todo Nashdag era novedoso recibir una visita así, después de todo los Salvajes de hielo tenían una fama que los volvía temibles, pero también, leales, tanto como para haber sido pieza clave en el retorno de Odessa al trono.
Pronto se vio obligada a soltar la mano de su tan querida amiga, pues se adelantó—. Dame un momento— pidió, a lo que una de sus mujeres de compañía: Magda, se acercó a la Soberana, recibiendo indicaciones que acató ipso facto al salir de ahí.
— Bebamos algo; me gustaría saber como están el resto.— dirigió a Yitien, desplazándose con soltura y distinción por el largo corredor que dirigía a uno de los salones del palacio. Sus atuendos eran distintos que en Iralnor, pues en Nashdag el frío no era crudo con en las tierras del norte; ésta vez lucía un vestido largo a hombros ligeramente descubiertos, de tela suave y clara, haciendo juego con sus largas y albugíneas hebras, ahora más largas que cuando vivió con los salvajes de hielo—. ¿Fue un buen viaje para ti, Yitien? —cuestionó una vez la mujer se emparejara a su costado, bajo la mirada de los soldados desplegados a lo largo del corredor. Para todo Nashdag era novedoso recibir una visita así, después de todo los Salvajes de hielo tenían una fama que los volvía temibles, pero también, leales, tanto como para haber sido pieza clave en el retorno de Odessa al trono.