Debía aceptar que esos gestos casi la hacían derretir. Ei se comportaba con tal seriedad y superioridad que verla suplicar como un cachorrito por poco y la convence de ceder. Hizo un ruidito que más asemejaba al sonido de un zorro herido, y movió la cabeza, para recargarse en su hombro. —Olvidaste traer un regalo para mi después de tu última visita a la ciudad.

Le había tomado con la guardia baja, Miko podía ser muy caprichosa y bastaba un movimiento en falso para ser víctima de su irá. Ei por su parte sólo atinó a sostenerla más fuerte y dar más besos en su mejilla. — Miko...no me hagas esto.—

—A veces no se si eres demasiado inocente, o solo bruta, Ei.— La miró al fin, más sin que la expresión caprichosa de su rostro cambiara un ápice.

— Vamos Miko, no me hagas esto...¿Por qué estás tan molesta?...

—Por el tiempo que sea necesario para que la lección sea aprendida.

— ¿Por cuánto tiempo más piensas estar enojada conmigo, Miko?