Llevó su diestra a su rostro cubriendo parte de este pues la vergüenza fue evidente en el carmín de sus mejillas. Desvió la mirada y carraspeo un poco, era débil ante Miko. — Tienes que dejar de usar cartas trampa. No te recordaba tan molesta, Miko.— suspiró en busca de calma. — Pero aceptaré tu ofrenda, tendré piedad de ti.
—Mh... ¿o podrías dejarme enmendarlo, invitándote un poco de leche de dango?— Dio un par de pasos para cerrar la distancia que las separaba, y su cola de zorro se hizo visible, y rodeó la cintura de la mujer. A fin de cuentas ella era la única a quien le podía mostrar su verdadera forma.
Entrecerró un poco sus ojos e hizo una mueca apenas perceptible. — Me he enfadado lo suficiente, debería quitarte ese permiso y pedirle a mis guardias que no te dejen pasar.— Toda broma que dijera Ei podía sonar bastante seria.
—No lo hagas, tu ingenuidad también es adorable.— Esta vez cubrió sus labios con su mano para volver a reír, le gustaba gastarle esos juegos, aunque la realidad era que le gustaba causar en ella distintas emociones. La había extrañado mucho más de lo que estaba dispuesta a aceptar. —No te has enfadado conmigo, ¿Verdad?— Su mejor expresión de inocencia se hizo presente, como si fuese un zorrito inofensivo.
