- Aquel joven faraón que pensante parecía, siempre su mente ocupada ante las ideas de posibles amenazas que podrían poner el peligro de la humanidad, pues curiosamente, el mal atacaba cada que él estaba presente, por tanto, se cuestionaba a sí mismo y en silencio sobre su existencia ¿En verdad era un salvador? ¿Si no estuviera presente, no habría la maldad preparada para atacar? Había muchas preguntas que serían respondidas al ir cumpliendo su misión de salvar al mundo.
Sus pensamientos fueron interrumpidos con la presencia de la pequeña peliverde cuya inocencia reflejaba su rostro y por un instante, el faraón le observó con una pequeña sorpresa que fue reemplazada rápidamente por una noble sonrisa -
*Absorta, sorprendida y serena había visto aquel faraón en plena fecha actual. Sentía desde muy dentro de su corazón que aquel joven es más allá que un simple emperador, podría ser que posee algún don otorgado por las deidades. Sin embargo, no podía negar que el juvenil faraón es realmente galante, único y varonil, un guerrero excelso y digno para ser el puente entre los Dioses y la raza humana.-
-Permaneció en silencio frente al joven egipcio, manteniéndose con una distancia prudente entre ambos, posiblemente él tiene sus propios objetivos.-
