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Su lengua danzaba por cada rincón del coñito de su novia, degustaba su sabor, resultaba adictivo, esto podría ser su desayuno, almuerzo y cena si se pudiera. Pero no sólo se limitaba al uso de ese húmedo músculo, los dedos de su diestra fueron a estimular su clítoris. Buscaba atacar cada punto sensible en ella para intentar llevarla al máximo éxtasis. Si, parecía estar haciendo trampa, pero haría todo por el disfrute de su amada.

La miraba desde abajo, disfrutaba verla tan entregada. No había persona más hermosa que ella. Sin duda es un afortunado.

Al mismo tiempo que todo allá abajo ocurría, su siniestra subió entre caricias hacia uno de sus senos para apretujarlo y amasarlo, jugar con su pezón con cierta rudeza, le encantaba ver como ellos se ponían duritos.
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Ella se sonrojo alarmada captando sus claras intenciones. Cuando sintió sus labios sobre su intimidad, se estremeció por completo. Un gemido se escapó de la garganta de la chica.

— ¡Oh, cielos! —

Yui tembló, llevando impulsivamente su mano en su cabellera castaña, enredando sus dedos en sus hebras. Ella trato en vano de contener los sonidos que salían de su garganta, pero esa sensación era gloriosa y jamás vivida. El placer amenazaba con tragarla, un familiar nudo se alojó en su vientre bajo, expectante.
Continuó con lo suyo, provocándole y tentándole por unos segundos más mientras le abría las piernas y se acomodaba entre ellas. Sus besos bajaron, aunque antes de comerse el fruto prohibido, empezó a repartir más besos así como lamidas a sus muslos, desde la parte externa hasta la interna donde finalmente empezaría el último recorrido de su viaje.

La miró desde su lugar, sonriendo con cierto toque de travesura y sin demorar más hizo contacto con la zona anhelada.

Empezó besando sus labios vaginales, los superiores, besitos pequeños, cariñosos, pero cuando llegó el turno de los inferiores, su lengua hizo de las suyas al empezar a pasearla por sus pliegues deleitándose con su sabor y al cabo de unos segundos, ya le estaba dando prácticamente un apasionado beso siendo el principal protagonista la lengua.
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Y entonces encontró su pezón. Gimoteo mientras él trazaba la punta con su lengua, provocándole. Se estremeció en la cama, el dolor apretándose entre sus piernas. Se retorcio, buscando una manera de calmar la sensación extrema de calor.

— ¡A-Ah, Kazuma! —
No se demoró en llegar a la cúspide para atrapar con los labios uno de esos botoncitos rosa que coronan sus montañas. Lo lamía y jugaba para estimularlo, a la brevedad lo chupaba haciendo ligeros ruiditos, en el proceso lo llenaba de salivita, parecía querer amamantarse de ella; poco a poco iba aumentando la intensidad de las succiones.

Al mismo tiempo, el otro era atendido por sus dedos, presionándolo cual timbre y después estirándolo suavemente. Al cabo de un momento hizo un intercambio para dejar ambos pezones impregnados de saliva. No se había olvidado de su tarea así que continuó bajando en lamidas por su piel, paseando la lengua y labios por su vientre, al rededor de su ombligo, tomándose su tiempo antes de bajar a una zona muy importante, parecía ir allá, pero sólo tentaba al llegar cerca de su monte de venus, luego volvía a subir.
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El calor se arrastró por su cuello, encendiéndose en su rostro. No podía pensar en nada más, solo en la manera en que su boca se sentía en su piel. Se retorcía en la cama, muriendo por dentro. Era una sensación sorprendente tras otra. Su boca en su cuello. Luego en sus pechos. Jadeó ante eso, ante toda la intensidad de sus manos acariciando su carne.

— K-Kazuma~...—
Quitó aquel recipiente y se colocó encima con las piernas a los costados de las de su novia, con las manos desabrochó el botón para abrir la camisa y exponer su sedosa piel. Se acercó al rostro ajeno apoyando las manos en la cama, le dio un pequeño besito en sus labios para luego sonreírle.

—Me aseguraré de lamer cada zona manchada y dejarte limpia.~

Dicho eso empezó por dejar una lamida en la mejilla, cerca de la boca pues allí había rastros, en seguida fue bajando por su cuello entre besos traviesos y más lamidas así como chuponcitos que buscaban dejar marca en su piel, pasó por la clavícula y continuó su camino entre las montañas de su novia, lo hacía lento, se tomaba su tiempo para saborearla.

Con una mano pinceló sutiles caricias por las curvas de su piel, delineando su desnudez.
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Asintió con su cabeza con lentitud, mientras mordía inconscientemente su labio inferior.
—Umm... no sé si esto es trágico o es afortunado. Pero lo que sea, estoy seguro que debería limpiarte... tal vez... usando la lengua.~

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