Existían algunas características que podían provocarle y al parecer, Yura las tenía todas.
En un atractivo estímulo visual, la detalló mordiéndose el labio. La sangre brotaba de forma perfecta, como una gota creciente en el lindo labio de la vampiresa.

— ¿Qué dices?

Sonrió Vera. Se le dificulta respirar de pronto, tenía mucha sed. ¿Por qué se estaba limitando a observar? Sólo sería una vez, un pequeño trago. Yura era un bocado temporal, tenía que convencerse siempre de ello antes de cualquier movimiento pues luego, podía perderse en ella.

— Solo un poco. No te muevas, por favor...

Sostuvo su cabello blanquecino a un lado del cuello, quitando ese estorbo y terminó por cortar la distancia entre sus bocas. Primero, una tímida lamida en ese néctar carmesí. Rápidamente, otra, y otra, hasta posicionar sus labios de tal forma que podía succionar esa herida, saboreando sin culpa.