A petición de su acompañante, Tezcatlipoca barrió con un movimiento de su mano aquella imagen desolada y que volvía un sinsentido la contienda demente de algunos dioses en el panteón. — Así de fácil es acabar con tanto dolor que nadie quiere.— aprovechó para ejemplificar, buscando convencimiento en sus ademanes que son acordes a su neutral tono de voz y su impávida gesticulación, recordando el por qué de sus apelativos más populares. — Es normal que tengas esperanza en este mundo. ¿Quién no lo tuvo en un principio? Alguna vez yo goberné un Sol que duró sólo en lo que sus habitantes aprendieron a saciarse de la carne de sus hermanos. — debía mostrar también empatía, por eso su rostro encontró la forma de lucir abatido y listo para externar algo completamente cierto — Los humanos nos enseñaron que somos capaces de equivocarnos. Confiar en que ellos cambiarán y aprenderán la lección ha sido nuestro mayor error.—