-Le consideraba dulce, afable y todo un caballero, como si fuese un príncipe de algún reino lejano.- -Gracias, vendré a verlo, porque... tengo que regresar con mi maestro, no quiero que piense mal y desobedecerlo. -Lo abrazó e instantáneamente se alejó del azabache.-
- Para mi si lo eres. -Inclinó levemente su mirada, y después le vió de reojo.- -Usted dice cosas muy hermosas, me agradas mucho y... también... -Sus mejillas se ruborizan al instante.- -Me agradó que le haya gustado mi disfraz de panda rojo. Si se lo pidiera ¿podría venir a visitarle más seguido?
Es un lindo gesto tu deseo, pero así está bien para mi. Además, no soy ningún maestro, pequeña... Él tiene una gran sabiduría, yo hablo desde mi experiencia, pero sin conocer tantas otras cosas.
- Espero que sí, es el mejor maestro que he tenido. -Comentó con ésa sencillas palabras llenas de dulzor y cariño genuino.- -Me gustaría que volvieran a verse, tendría dos maestros. -Mencionó con un leve rubor en sus mejillas.-
-Comprendió el contexto que el azabache explicó con sublime calma y paciencia para que ella entienda.- - Ohhh pero.... -Mordió su labio inferior, quizá en algún momento, ella debía hacer lo mismo y la idea comenzó a llenarla de terror.- -Espero nunca abandonar a mi maestro.
Oh no, no te confundas, pequeña. Él no es mi enemigo, simple y sencillamente, cada quien tiene su camino. El no toparnos, no significa que haya odio de por medio, es muy distinto.
- Pero ¿Porqué son así? Ambos son buenas personas ¿Porqué ser enemigos? -Mencionó más confusa aún, sin comprender la situación y frunciendo leve su entrecejo, intentando entender más aquella vida que posee.-
-El siempre sabe que estoy bien, por alguna razón, siempre logra ubicarme sin importar el lugar. Es un gran hombre y quiero ser como el cuando sea grande.