—Ante las palabras ajenas, sólo pudo mostrar una sonrisa con cierta ironía, terminando por suspirar y quedarse sentado ahí mismo un poco más, sin atreverse a girar y mirarlo.—

Lo sé... Si no fuera de ese modo, no lo dejaría marchar, Caín.

—Confiaba en el vampiro, sin embargo era doloroso el imaginarse sin su pequeño tesoro, nuevamente solo en aquel lugar, encogiéndose de hombros.—

Cuídalo por mi...

Sus ojos se abrieron más de lo normal, la acción fue rápida y duro apenas unos segundos, esto ante la sorpresa de las palabras contrarias. —Estas actuando de una manera que no me lo esperaba— Se levantó de aquella cama dispuesto a salir de esa habitación en busca de su hijo, pero antes le dedico una intensa e insistente mirada, una que solo el dragón podía provocarle, quería que supiera por medio de esta que aun conservaba esa pasión por él. —Te doy mi palabra de que Tai Feng estará bien conmigo —

En realidad...

—Dudó de decir esas palabras, no quería dejar de ver a su hijo, sería quitarle su más preciado tesoro y la vida misma.—

Si Tai Feng elige ir contigo, no lo traigas de vuelta. Al menos... Al menos no hasta que tenga la educación y conocimientos que merece de un mundo que yo aún temo pisar.

Por un momento llego a pensar que el dragón se opondría, pero el que no lo hiciera le facilito las cosas. —En ese caso hablaré con él y si acepta, lo llevaré conmigo cuanto antes. No te aseguro que lo traeré de vuelta tan pronto, a menos que él así lo quiera—

—Su mirada era vacilante, lo veía a todo el rostro, el cabello incluso, pero nunca se cruzaba con sus ojos, no quería a hacerlo.
Al mirarlo tomar asiento, se acercó apenas un poco, sentandose en el suelo frente a él, usando de almohadilla sus propias piernas.—

Tu sabes lo que pienso sobre que alejes a mi hijo de mi, pero esa ya ni es mi decisión, Caín.

—Bajó la mirada al suelo. Realmente lo que más temía era ese momento, que su pequeño se marchara, pero no podía tenerlo obligado a quedarse con él toda la vida.—

Tai Feng es bastante grande y consciente de las cosas. Si él quiere ir contigo, no objetaré esta vez.

Dejo caer sus párpados así como sus cejas mostrando una expresión de culpa, el dragón tenía razón, la forma en que abordo a su hijo había sido la mas importante, pero no pudo evitar hacerlo cuando en su camino él había sido el primero con el que se cruzo. —No pude evitarlo— No habia mucho que decir al respecto, se había dejando llevar por sus ansias. Volvió abrir sus ojos clavando nuevamente su mirada en el dragón, quien se encontraba ya vestido. —Es verdad, es sólo que perdí la costumbre luego de tanto tiempo — Cómo si fuese el dueño de aquella nueva residencia, sin mostrar aquella culpa y con total despreocupación tomo asiento en la gran cama del dragón de forma informal. —Quiero llevar a Tai Feng conmigo a Rumania— Su mirada en ningún momento se alejó de los ojos del dragón, menos en ese momento, espero a ver su reacción.

Eso era prudente antes de ir a buscarlo, Caín...
Al menos pude prepararlo para tu presencia y no que casi se muriera de la impresión.

—Suspirando, terminó de ajustar la cinta alrededor de su cintura, volviendo a peinar sus cabellos un poco, girandose a observarlo con el semblante sereno de siempre, aunque jamás directo a los ojos.—

¿En qué condiciones? Es mi alcoba, es natural que me encuentre desnudo.
Además, no tengo nada que no hayas visto antes...

Le siguió con la mirada sin evitar ver a detalle el cuerpo desnudo de quien fue alguna vez su pareja. —Vine a verte. . . pensé que por lo menos debía anunciarme, aunque no esperaba encontrarte en esas condiciones—

Sé muy bien a lo que vienes, Tai Feng ha sufrido un mar de emociones desde que volviste.

—Musitaba con calma, poniéndose de pie para ir por sus ropajes, pasando del largo al lado ajeno y tomando un hanfu sencillo con el cual cubrir su cuerpo—

Pero no me refería a eso. Si no el que haces en mi alcoba... Él no está aquí.

—Vine a ver a mi hijo. . .— Luego de concluir sus palabras una masa oscura emergió del suelo tomando la forma del vampiro, mostrandose frente al dragón con aquel porte y vestimenta común del país que en esos momentos era de pisar.