—El sol, su querido pero distante padre, finalmente hacía presencia en aquel helado paraje.
No había momento en que se perdiera del amanecer, lo saludaba con respeto y, si para su madre tenía la dulce melodía de la flauta en cada noche que la veía, para su padre utilizaba el Guqin durante el alba, aunque no recibía respuesta alguna del astro.—

Padre... Buen día. —Musitó con sumo respeto y la serenidad plasmada en el rostro, cerrando los ojos antes de que sus dedos empezaran a pasear por las tensas cuerdas.—