—Desde su regreso, pudo notar como su piel se iba secando, suspirando y volviendo al lago para entrar en el agua y refrescarse. Sus sospechas eran ciertas, ese lago había dejado de ser divino, ahora era uno más y, al escuchar pasitos en la hierba, se giró para ver a sus hijas correr en dirección a este, riendo un poco.—
Niñas, no pueden entrar al agua. Aún son pequeñas. ¿Cómo escaparon de su padre?
—Ya veo— Desvío la mirada de esas crias luego de terminar de escuchar al dragón. —Al parecer, pese a las circunstancias que surgieron tras tu decisión, te ha ido muy bien y te vez feliz. Me alegro— Se levanto de aquella roca y avanzo un par de pasos hacia el dragón. —Debo irme, pero si necesitas apoyo en algo sabes que cuentas conmigo para lo que sea... Solo tienes que decir mi nombre y me tendrás aqui en cuestión de segundos —
