—Desde su regreso, pudo notar como su piel se iba secando, suspirando y volviendo al lago para entrar en el agua y refrescarse. Sus sospechas eran ciertas, ese lago había dejado de ser divino, ahora era uno más y, al escuchar pasitos en la hierba, se giró para ver a sus hijas correr en dirección a este, riendo un poco.—
Niñas, no pueden entrar al agua. Aún son pequeñas. ¿Cómo escaparon de su padre?
¿De mi? Pues... No creo que haya demasiado que contar, Caín~ Básicamente seguía siendo el mismo que conociste tiempo atrás hasta que morí luego de mi parto, no recuerdo mucho más allá en realidad.
—No sabía que podría contarle, que detalles serían de su interés cuando seguía en su mismo hogar de siempre, acostumbrado a un nuevo cuerpo, a una nueva vida que, a pesar de ser aún dragón, ya no se veía limitada en cuanto a sus acciones y elecciones por normativas divinas.—
No logro acostumbrarme del todo a este cuerpo, es... Extraño, como si no fuera mío aún.
