—Desde su regreso, pudo notar como su piel se iba secando, suspirando y volviendo al lago para entrar en el agua y refrescarse. Sus sospechas eran ciertas, ese lago había dejado de ser divino, ahora era uno más y, al escuchar pasitos en la hierba, se giró para ver a sus hijas correr en dirección a este, riendo un poco.—
Niñas, no pueden entrar al agua. Aún son pequeñas. ¿Cómo escaparon de su padre?
—Se acercó a la orilla con cuidado, saliendo del agua en un impulso y acomodando sus cabellos para apartarlos del rostro y evitar el enredo en su cornamenta. Había pasado bastante, pensó que no volvería a verlo o simplemente se habían quedado en el olvido, pero le alegraba saber de él, cosa que se reflejó en la sonrisa de sus labios.—
Si... tu sabes que siempre anhelé una familia, poder tener una cría y... fui bendito con dos~
—Agregó suave, caminando hacia donde sus ropas reposaban para vestirse, siempre seguido por las pequeñas.—
Ellas son Ada y Mei mei, aunque aún su apariencia es de hurones ya que en ese estado las tuve, deberán crecer más antes de poder transformarse.
