-Había clavado la espada en la roca tras esa última batalla. Sabía que era fuerte jamás se imaginó que su energía se incrementaría de pronto. Orgullosa de sí misma, con una nueva voluntad y carácter, tiró del mango de su arma para sacarla de la piedra y bajas de ahí. Iría ahora al Castillo Central, dónde sabe, en antaño, vivían los antigüos líderes de Asgard.
-Sobrevoló la zona bañada por la luz del atardecer. El castillo de occidente era bastante cómodo, pero se sentía como una intrusa, como si en ese lugar no fuese más que un mueble más y esto le molestaba a ella. Nunca había sido caprichosa, tampoco había hecho lo posible, a pesar de su inmortalidad, obtener un beneficio propio para vivir más cómoda, pero ahora veía las cosas de manera diferente y eso le molestaba.
Le molestaba haber perdido infinidad de oportunidades de no haber sido por el traidor y asesino. Habría crecido entre los suyos, adquiriendo conocimiento, fuerza y poder. Ahora, era solo una Mocosa, según las palabras de aquel que la había sacado de las calles cuando la encontró.
Le había liberado los sellos que contenían su miasma puro, y había empujado a la chica a fortalecerse y crecer, y cuando por fin lo había logrado, ¿La regañaba?
—Tch...! —Se elevó varios metros hasta casi alcanzar las nubes. Desde su posición, pudo ver el castillo, su destino y
