Sus pies hacían lo imposible por mantenerla en su posición, pero la fuerza que Xayah emplea en ella era la muestra del rencor que todavía le guarda. La primera vez se dejó hacer, la segunda se resistió un poco más, pero a la tercera sus manos se alzaron en búsqueda de las muñecas de su antigua compañera. La firmeza de su agarre fue el suficiente como para querer atraer la atención de la vastaya —El sacrificio de Rakan es un hecho que todos lamentamos, Xayah —su voz se aseveró, se alzó a la par que su mirada vuelve a mantenerse sobre la de ella—, porque no eres la única que ha perdido en esta batalla contra la oscuridad —frunce el ceño con notoriedad, más no por enojo, no por rencor hacia Xayah; el rencor era alimentado por las acciones de la misma vulpina, aquellas que, dentro de la ignorancia —en parte— desencadenaron eventos desafortunados.

—Quizá no todos perdimos a un compañero, un ser tan amado como tú con Rakan. Quizá nosotras no tuvimos la desdicha siquiera de ver [...]