En su vida se había enfrentado a enemigos terribles. A las sombras que deseaban arrasarlo todo, a la oscuridad latente en su interior, pero no había dolor comparable a la traición... a la pérdida. Cada palabra de Ahri era como una aguja afilada clavándose en su corazón, destrozándolo, odiándola a ella y a si misma, por esa pequeña parte, esa estúpida parte que desde el principio quería creerle.

—Lo perdí dos veces, Ahri.— Se acercó a su antigua compañera, sus manos se posaron sobre sus hombros, solo para empujarla tan fuerte como los brazos le permitieron. —¡Dos veces! ¿Cómo te atreves a decirme que quieres protegernos si Rakan está pagando el precio? Pudimos haber hecho algo más que quedarnos ahí siendo unas inútiles, viendo cómo se sacrificaba.— La empujó de nuevo. [...]