Esa era una respuesta que evidentemente no esperaba. Su cuerpo se tensó, incluso se notó en el plumaje que adornaba su cabeza. Estaba preparada para cualquier cosa, incluso llegar a la violencia, porque era en lo que pensaba todo el tiempo, esa dolorosa traición, la soledad, el dolor, la oscuridad carcomiendo su cuerpo y el sacrificio de su amado, pero no para que la vulpina aceptara su culpa.

Por primera vez, Xayah no tenía palabras. Agachó la mirada, cerrando los puños con fuerza. —Defiéndete.— Espetó al fin. No iba a permitir que simplemente le pidiera una disculpa tan convincente. —Dime que tenías que salvarte tú, y salvar a Sarah, que nos dejaste ahí a propósito.— Era lo que la rebelde quería escuchar, porque no la había confrontado para recuperar la amistad perdida, sino para decirle todas las cosas que presionaban su corazón y hacían que la pequeña parte de oscuridad que aún existía dentro de ella regresara. [...]