Después de saciarse con unos cuantos tragos y quedar cada uno satisfecho, ambos lamieron un par de veces la herida que habían hecho. Su saliva funcionaría no sólo como analgésico para la herida recién abierta, sino como cicatrizante, para que ésta cerrara pronto y no diera problemas a su fuente de comida.

—Gracias... —Habló E-Ming, a quien se le veía un ligero vestigio de color rosa en las mejillas; poco después de agradecer, hizo una pequeña reverencia.

Ambos gemelos le dieron la espalda y comenzaron a irse para dejar atrás al siervo, pero Hua Cheng se dio la vuelta para verlo una última vez y sonrió.