Aunque limpiara sus lágrimas y dijera que no importaba, le había dolido perder ese peluche, ese primer regalo. Siguió llorando hasta desarrollar un poco de hipo. Pero lo escuchó con toda la atención que pudo entre sus sollozos y éstos se aplacaron un poco cuando vio los llaveros. Su único ojo visible los observó atento y con un poco de brillo de nuevo, pues eran muy lindos. El zorro le recordaba a Hua, el peluche, pero el armiño...

Miró a Xie Lian y de nuevo al armiño; entonces se despidió del zorro en silencio y le devolvió el zorro a Xie Lian. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro al ver de nuevo al pequeño armiño y lo guardó entre sus manos como si atesorara a una pequeña y delicada flor.

Se apresuró en negar. —No más. —No se perdonaría perder otro peluche como Hua por no poder defenderse de los niños que siempre lo molestaban. Le enseñó a Xie Lian el llavero de armiño—. Suficiente... —Al menos ese sería fácil de esconder de todos.