Tambien tomo uno de los panes para comer sentado a su lado. Para él, lo más agradable de una comida era poder compartirla con otras personas.
— Puedes comer todo lo que quieras. Hay de varios sabores asi que date gusto Hong. A ver cual te gusta más.
Había panes chinos rellenos de carne, de dulce, de huevo, unos dulces y otros salados, pero todos eran deliciosos, al menos para su paladar.
— Todos me gustan pero creo que de entre todos ellos, me gustan más los de huevo. Ah! y no te olvides decirme que cosas te gustan comer, podriamos hacer un picnic en el parque, traeré todo lo que te gusta.
Miró los panes al vapor con mucho interés, sobre todo después de saber que era la comida favorita del mayor.
Alcanzó uno de los bollos, al principio con un poco de cautela en sus movimientos, pero al ver que el mayor no se oponía, lo tomó y le dio un mordisco. Por el sabor que tenía, su rostro no tardó en iluminarse, por lo que se comió el bollo en pocos mordiscos grandes y apresurados.
No esperaba escuchar ese leve sonido, cosa que le saco una pequeña sonrisa. Era definitivo, comerían en ese lugar aunque el no quisiera. Sacó de su mochila el refrigerio que no había comido, se trataba de unos panes chinos al vapor con un poco de té verde.
— Hong, si no te alimentas bien, no tendras energías, así que come por favor. Los panes al vapor son mis favoritos, de seguro a ti tambien te gustarán.
Tenía varios panes ya que siempre solía compartirlos con Mu Qing y Feng Xin pero como ambos compañeros estaban ausentes por los negocios de sus padres, tenía demasiado para una sola persona.
— Para la proxima vez, traere algo diferente. Dime lo que te gusta, asi podemos compartirlo.
Su ojo brilló de nuevo, pero se sentía tímido, así que negó y volvió a mostrarle el armiño. —Suficiente... —Repitió, antes de apegar al armiño a su pecho.
No hizo nada por responder a su pregunta, pero su estómago sonó, haciendo claro que no había comido. Sólo él sabría desde hacía cuánto tiempo. Nada más se dedicó a mirar el rostro de Xie Lian, pareciendo más interesado en sus expresiones que afectado por el hambre.
A pesar de que Hong no hablaba mucho pudo entender perfectamente lo que queria decir. Un suspiro termino escapando de sus labios a la vez que su diestra acariciaba su cabeza y revolvia con suavidad aquellas hebras negras que aún permanecían humedas por la lluvia.
— Sabes... hay peluches del tamaño de ese llavero, no me costaría trabajo conseguirte uno identico a Hua, de hecho, se en donde encontrarlo.
Había visto una tienda donde vendían peluches de todo tipo, y justo había visto uno identico a Hua pero en miniatura, si Hong aceptaba no dudaría en ir con él a esa tienda y comprarlo para él. Por alguna razón verlo llorar le entristecía. Pero también le enterneció la fragilidad del pequeño. Al ser un poco mayor que él, se sentía con el deseo de al menos poder protegerle un poco.
— Hong... ¿Ya comiste? Si quieres podemos compartir mi almuerzo mientras esperamos que pase la lluvia, y si te animas, podemos ir a ver ese peluche.
Aunque limpiara sus lágrimas y dijera que no importaba, le había dolido perder ese peluche, ese primer regalo. Siguió llorando hasta desarrollar un poco de hipo. Pero lo escuchó con toda la atención que pudo entre sus sollozos y éstos se aplacaron un poco cuando vio los llaveros. Su único ojo visible los observó atento y con un poco de brillo de nuevo, pues eran muy lindos. El zorro le recordaba a Hua, el peluche, pero el armiño...
Miró a Xie Lian y de nuevo al armiño; entonces se despidió del zorro en silencio y le devolvió el zorro a Xie Lian. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro al ver de nuevo al pequeño armiño y lo guardó entre sus manos como si atesorara a una pequeña y delicada flor.
Se apresuró en negar. —No más. —No se perdonaría perder otro peluche como Hua por no poder defenderse de los niños que siempre lo molestaban. Le enseñó a Xie Lian el llavero de armiño—. Suficiente... —Al menos ese sería fácil de esconder de todos.
Se mantuvo en silencio mientras curaba sus heridas pero al ver como sus ojitos se cristalizaban, no dudo en pasar sus dedos con delicadeza en esos ojos llorosos.
— No importa, no te sientas mal. No es tu culpa.
Con solo ver las heridas que tenía pudo darse cuenta de lo que había sucedido pero decir algo sobre eso sería entristecer más a Hong. Puso sus manos en su rostro cuando termino de curarlo y le observó detenidamente por un breve instante.
— Hong, si ves peligro, debes huir, no te quedes en donde te pueden lastimar. Así que no llores más de acuerdo? Además... tengo algo para tí, se que te gustará.
Saco de su mochila una pequeña bolsa de tela, dentro de ella había un juego de llaveros de un zorrito y un armiño blanco.
— Sabes, vi esto hoy y no resistí a comprarlos, quería regalarte uno, escoge el que más te guste. Y no te preocupes por Hua, prometo regalarte otro.
Bajó del columpio, dejándose guiar por el mayor a otro sitio. Lo miró de reojo, pudiendo comparar estaturas, ahora que ambos se encontraban de pie y se dio cuenta de que Xie Lian le sacaba más o menos una cabeza.
Se dejó secar la cabeza y luego limpiar las heridas, sin hacer nada más que verlo directamente al rostro en todo momento. Ni siquiera mostraba dolor o incomodidad por lo que él hacía en sus heridas, sólo hubo un cambio en su expresión cuando le preguntó lo último.
Bajó la mirada y murmuró bajito: —Perdí a Hua... —En sus labios se formó un puchero y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Perdón...
— ¿Hong? ¿Qué estás haciendo bajo la lluvia? Terminaras enfermandote.
Se acerco para cubrir al pequeño niño con su paraguas pero ver los golpes que tenía en el rostro realmente llamo su atención y despertó preocupación.
— ¿Quién te hizo esto? Estas todo lastimado. Dejame ayudarte, pero antes, vamos a un lugar cubierto, la lluvia no te ayudara en nada estando así.
Tomó una de las manos de Hong y con insistencia lo llevo hasta un área techada, afortunadamente en su mochila siempre llevaba un pequeño botiquin, a insistencia de Mu Qing. Ya estando cubiertos de la lluvia, saco de la mochila una pequeña toalla y el botiquin, la toalla se la puso en la cabeza para que secara su cabello y saco un poco de algodon y agua oxigenada para curar sus heridas.
— ¿Qué fue lo que sucedió? Acaso... ¿hay alguien que te este molestando?
Solo pudo preguntar eso mientras trataba con suma delicadeza sus heridas
De nuevo había escapado de su casa con unos cuantos moretones en el rostro y en el cuerpo, pues sus vecinos envidiosos, al ver que tenía un peluche nuevo que era muy bonito, se lo quitaron y se lo rompieron, aprovechándose de ser más grandes y fuertes que él.
No pensó en dónde había terminado después de correr, ni notó la lluvia, hasta que un par de zapatos costosos y relucientes como nuevos se detuvieron frente a él.
