Nunca imagino que pondría una segunda cereza en su boca y que se acercaría tanto. Tener el rostro de San Lang tan cerca al suyo... era seguro que su cara podría imitar el color de las cerezas que tenía en los labios. Aunque tampoco podía decir que la idea le era desagradable, por el contrario. Cerro los ojos, a la simple espera de que su fantasma tomara las cerezas que le había ofrecido.
Toma otra cereza y la coloca en los labios del mayor, junto a la otra, antes de inclinarse y acercarse a su rostro con la mirada fija en la contraria y una sonrisa leve.