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El terrible olor a cerveza rancia y agua sucia le indicó que había llegado de nuevo al reino de Oslat. Como eran sus instrucciones debía entrar por la puerta del sur, la más descuidada y con dirección a la peor parte de la población. "Por allí no molestará a nadie." Le dijeron.
Era normal. Seres como ella serían esculpidos entre las calles decentes, o incluso peor. El exterminio por su especie y otras había empezado hace un par de años, los humanos escudándose en el argumento de víctima. No eran nada de eso, no con sus inventos, no con ese polvo negro llamado pólvora con el que comenzaron...
 
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— Pero, prométeme que no vas a llorar nunca más y menos por tristeza— ¡Qué galán!, Deslizó la diestra y con una dedicada ternura le acaricio la mejilla para terminar de retirar sus lágrimas, fue un movimiento imprudente pero de su corazón nació hacerlo. — Gracias por esta comida.— Y en medio de ese silencioso lugar el macho vastaya le contó un poco de su plan, lo echaría en marcha al siguiente día mientras el bailaría frente a la corte distraída.
 
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