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El terrible olor a cerveza rancia y agua sucia le indicó que había llegado de nuevo al reino de Oslat. Como eran sus instrucciones debía entrar por la puerta del sur, la más descuidada y con dirección a la peor parte de la población. "Por allí no molestará a nadie." Le dijeron.
Era normal. Seres como ella serían esculpidos entre las calles decentes, o incluso peor. El exterminio por su especie y otras había empezado hace un par de años, los humanos escudándose en el argumento de víctima. No eran nada de eso, no con sus inventos, no con ese polvo negro llamado pólvora con el que comenzaron...
 
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— Pero, prométeme que no vas a llorar nunca más y menos por tristeza— ¡Qué galán!, Deslizó la diestra y con una dedicada ternura le acaricio la mejilla para terminar de retirar sus lágrimas, fue un movimiento imprudente pero de su corazón nació hacerlo. — Gracias por esta comida.— Y en medio de ese silencioso lugar el macho vastaya le contó un poco de su plan, lo echaría en marcha al siguiente día mientras el bailaría frente a la corte distraída.
XAYAH1573529 · 26-30, F
Un sollozo delató que se estaba quebrando. Nunca ocurría, su fortaleza siempre había sido perfecta, pero ahí frente a él se acumuló toda la angustia de la situación, del exterminio de su raza. Lo quería fuera de allí, su corazón se retorcía al recordarlo bailar y recibir esa mísera comida, estaba destrozada.
Pero llorar no resolvería nada. Limpió sus mejillas rápido y puso atención, aferrando sus manos a los barrotes como si fuese una sólida esperanza a la cual sujetarse. — Te ayudaré. —
Rakan se acercó a los barrotes, oculto la imágen depresiva de sus plumas cortadas y se hincó frente a ella, al otro lado de los barrotes. — Oye, tengo un plan...— Supo que podía confiar en ella así minutos antes lo haya estrujado, se acercó un poco más y empezó a hablar en un tono de voz audible solo para ella. — Mi principal objetivo es conocer el castillo en su totalidad y toda la información de guerra que tengan, magia y demás para destruirlos desde adentro—
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Ella siempre había sido impulsiva. En ese momento no podía pensar en otra cosa más que en sacar al macho de ahí, pero él tenía razón. Los liquidarían, y estaba segura que su collar y los grilletes del otro tenían algo especial que suprimía sus fuerzas.
Se vio abrumada por la situación, se arrodilló despacio en el suelo y recargó la frente contra los barrotes. Cerró los ojos y se lamentó en silencio.
Leyó sus movimientos con esa afilada mirada, esos ojos casi aguileños se posaron en cada acción de la vastaya y cuando descifró sus intenciones habló.

— No es una buena idea, nos eliminarán en menos de diez minutos... ¿Porque cedí a ser el bufón?— Reveló paulatinamente el corte de sus plumas primarias, algo trágico para un vastaya, prácticamente le arrancaron la posibilidad de volar. — Sí realmente quieres huir de aquí... Debemos ser inteligentes— Por unos instantes primó su sangre vastaya en su aflorada mirada que reveló una ferviente irá.
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Le tembló la mano con la que lo sujetaba. Lo intuía, pero ahora podía confirmarlo. Eso trajo a ella una pequeña chispa en su corazón que le causó un nudo en la garganta, ¿Podrían ellos...? Antes de aterrizar la idea le soltó despacio, luego se puso de pie y comenzó a examinar la reja de la celda. Parecía muy concentrada en su intención, la cual era clara: iba a liberarlo.
Fue atacado por una pequeña mano que resultó ser mortal, quedó frente a frente con ese rostro que le pareció hermoso, perfecto y ta llamativo como el aroma que desprendía de sus plumas.

— Bueno, eso es fácil preciosa... Iban a arrancarme las plumas y para salvar mi vida empecé a bailar. Es todo, pero... Hmm~ al parecer somos los únicos de nuestra especie— Hizo bailar una de sus cejas.
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Ella parpadeó confundida. ¿No era él consciente de su terrible condición? Una celda, un bufón. El enojo la llenó por dentro y explotó a través de su brazo derecho, que se disparó hacia su capa y la jaló con fuerza para atraerlo hacia ella. — ¡¿Cómo rayos terminaste así?! — Gruñó frente a él. La cercanía trajo a ella un aroma que la abrumó. Le agradó olfatear a su propia raza, pero no sólo eso, su mirada y su porte... De repente sintió muchas ganas de contestar su pregunta y decir su nombre. — Xayah. —
— ¡Soy Rakan!, El encantador— Le guiñó su ojo diestro para deslizar una sonrisa de medio labio, tan gallardo y siento completamente consciente de sus encantos de macho vastaya puro permaneció en su sitio para terminar de devorar los alimentos, suspirar en saciedad y dejarse caer de espaldas —¡Uff! Hace mucho no sabía que era alimentarse bien... ¿Que hay de tí, preciosa? ¿Cómo te llamas?— Ahora observaba el techo lleno de rejas que daba paso a una vista al cielo.
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Se sentó despacio y con precaución sin mencionar palabra alguna. No cabía duda, era un macho Vastaya puro. Le gustaría olerlo de cerca y tocar sus orejas, pasar las manos por sus plumas doradas, pero tenía dudas sobre él. ¿Cómo le resultaba tan fácil sonreír ante esos repugnantes humanos? — Cuál es tu nombre...? — Comenzó, podría hablar un poco con él, saber si había otros.

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