-Escucha y mide con cuidado sus palabras antes de responder.- En parte...eres despiadado con quienes no tienen culpa, simplemente están del lado equivocado de la barricada. Yo que soy una máquina..logro ver del bien en el mal de tus enemigos...y del mal en el bien que tu dices de hacer por los demás.

Sólo hago justicia por mi propia mano, quién se mete conmigo, mi nombre y familia lo paga caro... Mi maestro y la Pusa me prohibian hacer justicia pero ya no soy un monje budista. -Su mano siente el calor ajeno, cálido y agradable de la otra mano, cierra sus ojos para relajarse aún más y escuchar los sonidos de la naturaleza.- ¿Piensas que soy una bestia, verdad?. El mono demoniaco, así me llamaban los dioses cuando me enemisté con ellos e hice la guerra, trayendo el caos.

-Cierra los ojos dejándose llevar, escuchando los sonidos del lugar: el canto de las aves y el revolotear de los colibríes. La brisa que mueve las flores en la grama y el calor de sentir otra mano que toca la suya.- Tu no puedes decidir por la vida de los demás..

¿En que me equivocó, Aina?... -Baja su mano hacia el escalón más bajo donde está la gata, su mano tantea buscando la ajena hasta que la encuentra y la toma sin decirle nada.-

Porqué ciertas veces te equivocas... -No dice nada más y ella también se recuesta boca arriba para ver el cielo.-

¿Porque dices que mi manera de ver el mundo es el modo equivocado?. -Mira la gata que mueve su cola mientras él se recuesta boca arriba mirando el cielo.-

Ciertas veces no piensas que tu modo de ver el mundo es un modo equivocado? -Mueve lentamente su cola mientras acaricia el escalón de piedra sobre el cual está sentada.-

Me alegra que estes aquí, viendome y apreciando el paisaje, Aina. -Dice el Rey, sin dejar de mirar a la gata; esbosando un gran sonrisa sin dejar de estar en posición tan cómoda para él.-

Nada, se voltea para ver el paisaje desde donde está sentada.- ..solo te veía.

¿De que te asombras, Aina?.