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WdGstrJr · M
— ¿No estás cansada, amada mía? No quisiera lastimarte... — Le preguntó el caballero, apenado y preocupado a la vez, pero sin cesar de llenar de besos toda la piel del cuello, hombros, nuca y espalda de la doncella, haciendo a un lado suavemente y larga y pelirroja cabellera, para así contemplar la bella desnudez de Eda.
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