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A1560784 · F
Se quedó ahí, con la zurda en el aire y el pañuelo sucio merced a la sangre. Aliza suspiró pesadamente; sabía que los animales eran difíciles de domar, más los gatos, pero debía mantenerlo a su lado como última petición de su anciana abuela y por conveniencia propia. Para poder canalizar sus poderes.

—Ella quería que te cuidara, lo sabes —dobló el pañuelo y lo guardó en el bolsillo de su falda para meterlo lavar después—. Eres mío, o, por el contrario, yo soy tuya.
 
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