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A1564820 · 31-35, M
Oh, Viv. Te aferras a ese teléfono como si fuera tu único escape a lo inevitable. Los años pasan y sigues siendo sencilla de leer, pero no quiero que nos encontremos aún. Quiero que vayamos lento, como antes, porque lo vales, Viv. Me enseñaste a ser paciente cuando de ti se trata.

Nuevamente simuló no haberla visto y regresó la mirada al menú colgado a la pared. Cuan fascinante y aburrido era repetir mentalmente la variedad de pasteles y bebidas. Ahí desató una de sus tantas peleas internas: ¿Fingir o lanzarse al vacío? La conocía de pies a cabeza. Certificaba las reacciones que ella pudiera mostrar. Huir, saludar o ignorarlo. La gente es decepcionante a ojos del masculino, pero ella tenía esa chispa que lo llevó a obsesionarse.

Señor, su mocaccino está listo.
Aquí vamos, Viv. ¿Cuántas posibilidades hay en el mundo de encontrarnos y que nuestro café esté listo al mismo tiempo? Me atrevería a decir que una en un millón.
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Viv, ¿Has ido por los centros comerciales que tienen cientos de perfumerías donde están mujeres ofreciendo muestras de las fragancias que venden? El olor floral, acaramelado o cítrico impreso en el papel es tan fácil de percibir como tu miedo. ¿Aún me tendrás miedo? No sé si esté listo para la respuesta. Me dolería fuera un sí.

Tamborileó los dedos de la diestra sobre el mostrador durante el tiempo de espera. Por si fuera obvia su presencia, alentó el hacer contacto con la mujer que tanto amaba. Así era más interesante el juego. Él el cazador, ella una indefensa presa. La expresión reflejada en su rostro mutó de paz a hipócrita sorpresa. El buen temple le hizo mirar atrás. ¿Sería la misma Vivian de hace años? Vamos, Adriel, sabes que sí.

Rápidamente sus ojos se enfocaron en las manos temblorosas de la fémina; interpretó cada movimiento, cada gesto. [.......]
Vv1564759 · F
no lo molestes, ya fuiste una carga en el pasado, encargate sola. Es un lugar público, no puede dañarte aquí.

La voz en su cabeza no era la más sabia pero tenía razón en un par de cosas. Allí, en medio de todos, podía estar a salvo. Tras tragar saliva se removió en su mesa, inquieta y esperando la oportunidad para deslizarse por la entrada y correr, correr tan rápido como sus piernas le permitieran.

-Vivian, tú mocaccino está listo.- Gritaron desde el mostrador. Pff, estaba jodida.
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mensaje de Lexie. No quería hablarles, era mejor que no la notaran en línea.

"Quisiera ordenar un mocaccino, por favor. Ah, y una rebanada de pastel de zanahoria"

Vivian nunca había abierto los ojos tanto en su vida como cuando reconoció ese timbre de voz. Sus manos comenzaron a temblar apenas la imagen de su ex pareja vino a su mente y tuvo que obligarse a no mirarlo para que este no la notara ahí también. ¿Era Adriel? No podía ser. Él no sabía donde estaba viviendo Viv; desconocía todo desde aquella noche que Travis la ayudó a quitárselo de encima porque él intentaba hacerle daño. Era una casualidad, una fatídica casualidad.

Aún con el ajetreo en sus manos se las arregló para dirigirlas a la pantalla de su teléfono que, convenientemente, se escondía debajo de la mesa. Solamente tenía que dejar marcado el número dos para que automáticamente conectara con Travis en una llamada y así su esposo pudiera acudir en su auxilio. No obstante, algo detuvo el hilo de sus pensamientos:
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casa, podía disfrutar de ese tiempo fuera.

El mesero la llevó a una mesa relativamente cerca del mostrador y le pidió que se fijará en la carta para traerle lo que fuese de su agrado. Una fila se iba reduciendo de la entrada al mostrador, parecía que aquellos con prisa tenían la opción de simplemente pedir para llevar. La muchacha no reparó en ese detalle por mucho tiempo porque fue interrumpida por el mismo mesero que le preguntaba si ya estaba lista para pedir. - Un mocaccino y una rebanada de pastel de fresa, por favor. - La respuesta fue casi inmediata, el hombre se puso a hacer manos a la obra llevando el pedido anotado en un papelito hasta el mostrador. Una suerte de suspiro se escuchó en su lugar, estaba muy cansada mentalmente y quería dormir por días hasta que todo en su cabeza se arreglara, aunque sabía que no era tan simple. Se convenció a sí misma de dejar la tristeza por un rato y, para distraerse, jugó un poco en su móvil; colocándolo en sus piernas apenas recibió un
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Esa voz, la conozco. Como en un sueño dentro de un sueño. No puede ser, está aquí.

En los últimos días había algo en Vivian que la hacía sentir agena a la vida que llevaba, como si no fuera merecedora de todo lo que tenía. Esa sensación de culpa, aunado a la ansiedad tras su tercer año sin alcohol, la estaba quemando viva y por eso había salido de casa cuando todos estaban ocupados en sus asuntos fuera de la misma: Travis trabajaba, Lexie estudiaba y Fleur posaba para una nueva marca. Lo único que podía tranquilizarla a esas alturas -y que no era una bebida alcohólica- era un mocaccino y una rebanada de pastel de fresa.

Manejar hasta la ciudad no significaba un gran esfuerzo debido a que la familia se las había arreglado para tener una camioneta decente que prácticamente era para ella, siendo que Vivian gustaba de hacer las compras para la casa. Se subió, encendió el radio y tomó la carretera rumbo a su cafetería favorita, aún tenía cinco horas para que ellos llegarán a
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Claro que pudo hablar en voz baja como cualquier ser humano normal, no obstante deseó darse a notar. Que sus palabras fueran una caricia al tímpano femenino, y ésta, fuera capaz de reconocerlo y "casualmente" voltearlo a ver.
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cuando tu buen amigo "internet" te echa la mano con su buscador de lugares. Las redes sociales no van de la mano con la palabra privacidad, y es que con sólo arrastrar la fotografía de Facebook, bastan 0.41 segundos para encontrar la locación. Esta vez, un conveniente café, el más popular que la ciudad puede ofrecer. El olor del café no es tan malo pero podría ser mejor. Entró con fingida calma al establecimiento, asegurándose de tener a la joven castaña en su campo visual pero no estar él en el ajeno. La sonrisa de sus labios no podría expresar la malicia y emoción del semi planeado encuentro. Él era bueno fingiendo. No era del todo difícil aparentar sorpresa o asombro luego de años de práctica. Vivir en el extranjero sólo ayudó a desarrollar esas habilidades sombrías. Caminó calmado hasta el mostrador. Nada de lo que ofrecían era tributo a su paladar pero, el show debe seguir.

- Quisiera ordenar un mocaccino, por favor. Ah, y una rebanada de pastel de zanahoria -
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Bien, Viv. Nos encontramos una vez más. Sé que creías que nuestros caminos se separaron desde esa última cena. ¿La recuerdas, Viv? Nunca vi dientes más blancos que los tuyos al verte sonreír; y tus risas, contagiosas y dulces. Viv, sabes que no eres feliz con ese patán. Él te comparte, ¿cierto? El pueblo es pequeño y los rumores se esparcen como agua corriendo. Mírate, estás ahí, radiante, esperando tu turno para ordenar el mocaccino que bebes cuando estás triste. ¿Fue él, cierto? No pudo cumplir con tus caprichos de niña y te sientes sola, Viv. Tú y yo lo sabemos mejor que nadie: él no te merece. Deberías estar con alguien que compre el café por ti; te haga el desayuno todas las mañanas y mantenga la casa limpia.

Tus manos, Viv. Veo el desgaste por el quehacer rutinario. Él no te está tratando como una princesa pero.. ¿Sabes? Yo podría hacerlo.

Guardó el teléfono celular en el bolsillo derecho del pantalón. Las casualidades no existen, mucho menos.....

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