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buenas noches.
gracias por aceptar

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User1536881 · 31-35, F
Las calles oscuras que rodeaban el sanatorio no eran amigables, no eran de esas que se suelen usar de paseo dominical, no podías sentarte y conversar, el ruido constante de los pájaros de mal agüero apenas y dejaban oír los propios pensamientos, tampoco podías contemplar el verde paraje, el gris del cielo y de las edificaciones parecían devorarse todo tipo de color que se atreviese a irrumpir la lúgubre y monótona ''calma'', me atrevería a decir que en ese lugar existía un equilibrio entre todo lo que nadie quería tener en sus vidas y que hablar del dulce toque que daba ese sanatorio erguido imponente en medio de tanta tristeza....

La noche estaba extraña, el sanatorio estaba en una enrarecida calma, los pasillos estaban completamente oscuros, iluminados apenas con la luz de la luna, que peleaba contaste con las nubes que amenazaban con dejar todo a oscuras. La sala donde a manera casi de burla llevaban a los internos a recrearse se encontraba medio llena, cada loco con su tema, cada quien vivía su locura como le era mas fácil, como habían aprendido. La televisión estaba encendida, mas en ella no había mas que la señal de interferencia y frente a ella un grupo de 4 hombres discutiendo sobre la cantidad de diminutos puntos negros y blancos, unos decían que eran innumerables, otros decían números inexistentes, que para ellos al parecer eran una cantidad razonable y para otros no era ni blanco ni negro, la rapidez en la que se movían solo les permitía ver en gris o quizás tantos años en aquel sitio les había vuelto insensibles a los cambios de tonalidad, sus vidas no tenían matices ¿Por que el mundo a su alrededor debía tenerlos si a ellos se les habían negado?. Por otro lado habían algunos que disfrutaban de una conversación fluida de 2 segundos, aprovechándose de la cruel y momentánea lucidez que les regalaba la demencia, esa que ellos compartían y que a ratos, solo a ratos disfrutaban, cuando dejaban de ser conscientes de su encierro y de su precaria condición , en verdad todos parecían ocupado, al igual que ella, la mas pequeña de todo el edificio y sin embargo al parecer la que mas años llevaba viviendo ahí, a nadie le parecía raro, nadie parecía preguntarse por que después de tantos años su piel continuaba siendo la de una muñeca de porcelana y por que el brillo demencial de sus ojos se negaba a apagarse como el de los otros. Sentada en un rincón de frente a la pared, mantenía su mano derecha alzada y con su dedo trazaba imaginarios contra el empañado vidrio de la sala (Afuera llovía y la aglomeración de locos en tan pequeña sala, causaba un agradable y templado micro clima), sus labios de un natural carmín se movían en escalofriantes susurro a la nada, discutía, no con euforia, pero se notaba que quería dar a entender su punto ¿A quien ? a nadie le importaba o eso parecía , hasta que uno de los enfermero se aproximó a ella , no con ganas dr ayudar, claro esta, en tan aburrido lugar los cuerdos debían hacer algo para no terminar perdiendo la cordura y con los años descubrieron que burlarse de las carencias de sus pacientes, era el remedio, así que detuvo sus pasos tras ella y sin mas se inclinó de forma burlesca, hablándole en voz baja, susurrándole al oído con el placer que le causaba el sentirse mejor que otros...

¿Muy entretenida, pequeña loquita?...
— Las palabras del hombre se adornaban con sarcasmo y burla, después de todo para los enfermeros no eran más que pobres y estúpidos locos, de quienes no esperaban respuesta alguna, mas que salivación en exceso y algún mono-silabo .

Ella escucho las palabras ajenas con cuidado, y no porque le pareciera interesante, si no que había muchas cosas que le perturbaban, pero que interrumpieran sus conversaciones era imperdonable, entonces alzo esa inexpresiva, amoratada y fiera mirada, giro con brusquedad hacia el enfermero y con una dulce voz que contrastaba con su fiero he impulsivo lenguaje corporal, musito * A ellos…— Indico la nada — Tu.... No les agradas…. — Apenas sus palabras terminaron, las luces del salón se fueron apagando lentamente, como la vida que se extingue, dejando el lugar en la más densa oscuridad, acto seguido un silencio abrumador, que se rompió con el sonido de unos pequeños pies descalzos que corrían a la puerta de salida, sonido que detono la histeria colectiva y se perdió entre el griterío de los pacientes y de los enfermeros que ahora tenían en que entretenerse ¿Estaban ellos asustados?, no...Solían pasar cosas extrañas en aquel lugar y ellos debían lidiar de la mejor manera con todo eso, el único problema era ella, quien cada vez que las luces se apagaban, desparecía en los pasillos del sanatorio..