Eso le llamo bastante la atención buscando cruzar las miradas con él. ── Carne en brasas pues si me gustaría ¿comeremos juntos?

Había una persona que siempre le hacía probar cosas nuevas, sobre todo alimentos que no fueran dulces cosa que eran sus favoritos, así que no sería quisquillosa solo por esta vez y aceptaría comer carne, quedándose metida entre las túnicas dándose cuenta de que estaba tomando su forma de dragón y efectivamente intuyo que pasaría a continuación.

── Les van a faltar un toque de sal estarán desabridos. ─

No se alejaba de aquel dragón más que todo por la seguridad que le brindaba y por miedo de que la atraparan de igual manera.

El asunto era que, en ese templo al dragón de fuego, el único habitante era él. Esos otros dos seres eran desconocidos para él y al parecer para ella también. Podían ser cultivadores oscuros, o algún tipo de cazador que iba tras la pequeña albina.

—Conejo, ¿no te gustaría probar la carne en brasas?

Le habló al pequeño ovillo que se ocultaba entre sus túnicas, aunque mirando fijamente al par de ropas oscuras. Fue cuestión de segundos para que tanto sus cuernos, como sus escamas y hasta su cola hicieran aparición, además de que se alargara su propio tamaño más de 20 cm más.

La situación que se presentaba ante ambos era la siguiente: Viviana al estar buscándolo por todo aquel lugar llamo un poco la atención después de todo su estatura y aroma la delatan como un ser indefenso pero el hecho de que entrara tan familiarizada a su alcoba la tildo como una delincuente y no ayudo que hiciera un berrinche cuando intentaron agarrarla.

Obviamente escapo quedando ahora delante de aquel dragón que jugaba con sus mejillas, pero seguían tras de ella debido a eso se escondió bajo una de las túnicas de su amigo.

── Te digo que no me creyeron cuando dije que

venía a visitarte me persiguieron todo el rato.

Al fin pudo hablar correctamente sintiendo aun sus manos sobre sus mejillas por lo que las sobo.

Elevó su mirada a un par que se acercaba y cualquier rastro de apenas perceptible sonrisa que se había mostrado en sus labios al momento de tenerla entre sus garras, se borró, dando paso a una mirada de total desconfianza y disgusto. El rojo en su único ojo visible no tardó en intensificarse y su temperatura en subir. Aunque para ese momento ya había soltado el rostro de la más pequeña.

—¿Qué es esto?

Preguntó con aparente tranquilidad, pero su aura era evidentemente amenazante.

—Tal vez ya nadie cree nada de lo que diga un conejo travieso.

Estiró las mejillas de la más pequeña, extrañamente encantado con lo suaves que eran. Eran agradables al tacto y por ello masajeaba, apretaba y estiraba a placer, sin temor por torcer su expresión, o no permitir que hablara correctamente.

—Sobre todo si lo que dices es que verás a un dragón y esperas que éste no te coma.