Le gusta el aroma que despide su abuela, aunque desconoce que sea, es un aroma desconocido pero fácil de reconocer en cuando lo percibe; tan embelesada se encontraba que ante la negativa siguió insistiendo. —Pero yo me porto bien, no hago espectáculos como los demás niños— Acomodando su rostro en su pecho apreciaba los latidos de su corazón, mirando de ves en cuando y de cuando en ves a aquella mujeres, teniendo la idea que si se quedaba entre sus brazos terminaría llevándola.
── Grazie mile mi pequeña, hey no corras puedes caerte.
Bajo su cuerpo para tomarla entre sus brazos y cargarla, era imposible el no hacerlo para Viviana, es la vivida imagen de su hija ademas de tan encantadora como brisa primaveral, le escucho y aunque quisiera llevarla con todo el dolor de su alma tenia que prohibirle ir esta ves a su lado, pues aquel hombre no escatima, pero sobre todo no pondría en peligro a Cotton.
Respiro profundo soltando la presión en un efímero suspiro. ── Mi sakurita quisiera llevarte pero debo decirte no. Esta ves no puedes ir conmigo. Las modistas se las arreglaron para terminar de arreglar a Viviana con la pequeña en brazos, los gustos de aquel hombre, eran un tanto extravagantes.
—Si mucho, mucho te ves hermosa.— Corrió sin pensarlo a los brazos de su abuela, haciendo un gesto con su cabeza pues pidió permiso a aquellas jóvenes cerca de ella.—Quería compartir contigo un libro pero...¿Puedo ir contigo?—
Se alistaba con ayuda de las modistas que diligentemente la preparaban, tenia para esa noche una cita con Gabriele y ciertamente no estaba para nada cómoda con la situación, que estaba a la vuelta de la esquina, pesaba en las mil y una manera terminar rápidamente la reunión a la cual acudiría.
Cuando su burbuja de pensamiento exploto, cuando escucho la vos de voz su pequeña Sakurita, estaba en casa, por sus ojos brillantes no le quedaron dudas de lo que pensaba, resoplando para dejar ver una sonrisa.── Te gusta como ve veo Cotton.
Las suelas de sus zapatitos de charola resonaban como campanas bajo el blanco mármol, buscaba a su Abuelita, abriendo una habitación de la que provenían voces. —¡Sogoina!— Quedo embelesada ante la pulcritud de su abuela, notando como la preparaban ¿saldría? ella quiere ir.
