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Oírle reír siempre era un escanto para Vanya, quien no podía apartar la mirada de esos ojos tan encantadores como fuertes en su mirar.

Es delicada al inclinar su pecho hacia ella sólo un poco más, lo necesario para robar de sus labios un suave beso, por el capricho de sentir su calor allí nuevamente.

— Qué fortuna la mía, que sean tus brazos los que me reciban una y otra vez.~
 
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