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El recorrido del frío metal podía sentirlo, incluso con la tela de su vestido interponiendose.
Vanya había cerrado los ojos suspirando, parecía esperar un ataque pero sus párpados volvieron a abrirse estando en silencio por un diminuto instante. Y ahí estaba, su sonrisa de nuevo.

— ¿Por qué hiciste eso?

Se tocó el pecho, frotando sobre su busto con su respiración levemente irregular.

— Las muñecas no pueden concebir hijos, es por eso que me siento una. No importa cuánto placer pueda concederle mi cuerpo a un hombre, ellos no pueden darme lo que quiero; el deseo no significa nada para mí.
 
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