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ZarethCyph · 26-30, F
— Supongo que está habitación es tuya

Comenta siguiéndole con la mirada a las acciones que ella hacía, tomo las llaves en su mano, era linda riendo, tenía curiosidad en ella.

— Como bastante, mi trabajo lo exige, serás muy agradecida cuando veas los platos vacíos.

Movió las llaves en sus manos dejando que estás hicieran ruidos entre ellas al chocar.

— La de al frente.

Había una habitación en frente de la habitación ajena, escogería esa, así estaría atenta a los movimientos de la mujer.
Otra vez con eso, pensó Vanya elevando su diestra y riendo mientras cubría sus labios.
En esos breves segundos que duró su risa, suspiró con agotamiento.

— Puedes quedarte, por supuesto. Sólo sé puntual a la hora de cenar, me cuesta preparar comidas y debes apreciar eso.

El silencio se hizo presente en la habitación. La rubia se aleja, buscando en una antigua mesita de noche blanca.
Todos los muebles en esa habitación eran blanco marfil, bastante bien conservados a pesar de los años.

Vanya encontró lo que buscaba. Un racimo de llaves pesadas que entregó a la visitante.

— Escoge una habitación para descansar. Son llaves de todo este lado.
ZarethCyph · 26-30, F
Asesinaba si era necesario, mataba a sus víctimas si decía "vivo o muerto" sin embargo respetaba los límites cuando se le planteaban, si aquella mujer se desahogaba con ella y le decía eso, quedaba algo de sentimientos en esa mujer rubia.

— No me justificare.

Lo lamentaba, Zora no sé disculpaba pero empatizaba con la mujer.

— Haré mi trabajo mientras me puedas recibir. Estamos mutuamente en deuda, me rompiste la muñeca y yo tu puerta, déjame descansar y te daré una puerta nueva.
— Sí. Él era mi razón de vivir.

Un dedo frota la comisura de sus labios; sentía que tenía algo allí, seguramente sangre de Zora.

— No he querido ser descortés contigo, pero éste lugar es lo único que me queda. Ten más consideración cuando busques ayuda de alguien.
ZarethCyph · 26-30, F
¿Debía darle las condolencias? Era una buena idea lo que proponía aquella rubia, así Zora simplemente buscaría lo que deseaba y se marcharia del lugar, los números eran altos ante el pedido que le habían hecho por estar en ese castillo.

— El hombre que está de retrato al lugar que me mandaste hacer la puerta ¿Era tu esposo?
El retroceso de la mujer reflejaba incomodidad; Vanya sonríe del gusto al lograrlo. Cierra la boca después y permanece de pie en su sitio.

— Hay tantos baños que ya no puedo guiarte a uno en específico. Averigualo tú misma.

Con esas palabras la rubia le estaba dando la libertad para explorar el castillo, bajo su propio riesgo.
Ante su mirada atenta ladea el rostro.

— Vanya Walker. Ahora sólo Vanya, desde que mi esposo se fue.
ZarethCyph · 26-30, F
Quería golpearla, lanzar un puñetazo a su cara o clavarle una daga en el ojo, alejo su cuerpo con calma con esa sensación de la lengua ajena.

— Me parece bien que nos entendamos.

Se refería a quedarse más tiempo, si la mujer lo había entendido de esa forma.

— No sé dónde queda el baño.

Hermosa y siniestra, quizás a una mujer daban ganas de golpearla o de poseerla, era posible o eso transmitía aquella dama.

— ¿Y tú nombre real?

No quiso quedarse con las dudas.
Dos veces la extraña había ignorado su pregunta y no intentaría otra vez. Por el contrario, también jugaría a las evasivas respondiendo con calidez.

— Doll. Me dicen así por mi belleza irreal.

Miró la herida, acercó más su rostro hasta ella e inesperadamente, lame su zona rojiza y sangrante.

— Ve a tomar un baño primero, estás sucia.
ZarethCyph · 26-30, F
La mirada sin expresión se deslizo hasta la ajena dejando que elevará su brazo.

— Dimelo tu... Te dicen The Doll por algo, se rumorean cosas.

Quedó en silencio observandole como si la juzgará por muchas cosas que la mujer sabía.

— No voy a perder mi tiempo en morir a la puerta de un castillo... No soy de esas.

Otro silencio entre ambas.

— ¿Puedes curarme?

Está vez más amable en su tono sin perder aquella frialdad, casi sarcástica más bien al hablar.
— Eso lo sé, niña tonta. Lo que estoy preguntando es ¿quién te hizo esa herida?

Aunque parecía adormilada la mayoría del tiempo, estaba consciente de su entorno. Su diestra toma cuidadosamente la mano ajena, alzando su brazo para verlo mejor.

— No soy doctora, pero tú viniste a mi al borde de la muerte, usando tus últimas fuerzas para derribar mi puerta. ¿Por qué?

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