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« Ese era uno de los tantos retratos del rey Viego y su amada Isolde; pero a diferencia del resto, en este los acompañaba una muñeca. Cosida hace muchos años, cuando la reina no era más que una simple costurera, la llevaba consigo como una especie de preciado amuleto.

Muchos en la Corte Real la criticaron, cuestionándole cuánto tiempo más pretendía conservar la muñeca, a lo que Isolde siempre respondía: 𝘏𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘢𝘻𝘤𝘢 𝘎𝘸𝘦𝘯, 𝘭𝘢 𝘧𝘶𝘵𝘶𝘳𝘢 𝘱𝘳𝘪𝘯𝘤𝘦𝘴𝘢 𝘥𝘦 𝘊𝘢𝘮𝘢𝘷𝘰𝘳. 𝘌𝘴𝘦 𝘥𝘪́𝘢, 𝘭𝘢 𝘮𝘶𝘯̃𝘦𝘤𝘢 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘳𝘢́ 𝘢 𝘴𝘶𝘴 𝘮𝘢𝘯𝘰𝘴. »
 

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