« Una caja de música antigua y desgastada, un regalo de bodas que susurra algo que Viego no puede descifrar del todo. Parece poseída por la tristeza, por un dolor infinito e incalculable, pero Viego simplemente la sostiene ante sus ojos, imaginando la tenue sonrisa que sin dudas se dibujará en la cara de Isolde el día que la vuelva a ver. »