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KanwulfUlfsson · 26-30
Acorde al sonido de sus pasos y el ritmo que estos conllevan, pronto fue dirigido hacia una de las imágenes eclesiásticas que parecen más adornar la fachada que rendirle tributo alguno a la fe que predican de dientes para fuera. Observa entonces al Nazareno crucificado, una de sus tantas variaciones en cuanto a la mano de cada artista a lo largo de la historia.
—¿Cuántas veces nos hemos mordido la lengua pregonando algo como "En la casa del Señor hay bondad y amor"? —preguntó sincero, con la vista en torno al recuadro, y pronto desvió la vista en torno a la novicia. —¿Duele? —el aroma que despide la joven monja no parece ser reconocible para el olfato lupino, algo que llama poderosamente su atención desde el inicio, desde su llegada.
Permanece en silencio hasta entonces, a la espera de una respuesta, aunque no esperanzado a la llegada de alguien más.
—¿Cuántas veces nos hemos mordido la lengua pregonando algo como "En la casa del Señor hay bondad y amor"? —preguntó sincero, con la vista en torno al recuadro, y pronto desvió la vista en torno a la novicia. —¿Duele? —el aroma que despide la joven monja no parece ser reconocible para el olfato lupino, algo que llama poderosamente su atención desde el inicio, desde su llegada.
Permanece en silencio hasta entonces, a la espera de una respuesta, aunque no esperanzado a la llegada de alguien más.
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