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ꜱʜᴇ'ꜱ ᴀ ᴅᴡᴇʟʟɪɴɢ ᴘʟᴀᴄᴇ ꜰᴏʀ ᴅᴇᴍᴏɴꜱ
ꜱʜᴇ'ꜱ ᴀ ᴄᴀɢᴇ ꜰᴏʀ ᴇᴠᴇʀʏ ᴜɴᴄʟᴇᴀɴ ꜱᴘɪʀɪᴛ, ᴇᴠᴇʀʏ ꜰɪʟᴛʜʏ ʙɪʀᴅ
ᴀɴᴅ ᴍᴀᴋᴇꜱ ᴜꜱ ᴅʀɪɴᴋ ᴛʜᴇ ᴘᴏɪꜱᴏɴᴇᴅ ᴡɪɴᴇ ᴛᴏ ꜰᴏʀɴɪᴄᴀᴛɪɴɢ ᴡɪᴛʜ ᴏᴜʀ ᴋɪɴɢꜱ [ ♪ ]
ꜰᴀʟʟᴇɴ ɴᴏᴡ ɪꜱ ʙᴀʙʏʟᴏɴ ᴛʜᴇ ɢʀᴇᴀᴛ [ ♪ ]
 
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KanwulfUlfsson · 26-30
resultó en caricias peligrosamente impuras y la voz melodiosa de las mujeres pronto canturrean a oídos del lobo, quien incrédulo se manifiesta de inicio, y termina dirigiendo la vista en torno a su acompañante una vez más, aunque de manera discreta. —¿Me invitaste a una orgía? —menciona de manera socarrona.
KanwulfUlfsson · 26-30
Era como si la presencia de la novicia se tratase sólo de un espectro que augura lo peor, aún cuando a ojos del nórdico nada sucede siquiera, o no parece gestar cambio alguno en el hombre y mucho menos en las jóvenes novicias. Observó a su acompañante de momento con un amago dubitativo, casi a punto de abrir los labios para hacer la pregunta más esperada hasta el momento "¿Qué se supone que debía ver?" pensó.

Sin embargo, antes de cuestionarla siquiera, el cardenal permaneció en silencio durante la charla de las jóvenes monjas a su lado, quienes poco a poco guardaron silencio junto a él. El hecho de no escucharlas fue el motivo crucial para que el lobo alce la mirada en dirección. Sus ojos puestos en ellos fue lo último que hizo, pues el ambiente se tornaba tenso, pesado. Y más pronto que tarde, tanto el cardenal como las jóvenes novicias, comienzan a protagonizar un beso cuya escena es digno tributo a lo más obsceno e impúdico en la casa de Dios. De su Dios. La escena [...]
— Quiero la respuesta más honesta que tu boca tenga para dar. — pero no esperó demasiado, se adelantó mientras el cardenal avanzaba entre los jóvenes inspirados por el hombre tan cercano a Dios.

Esperó la respuesta del nórdico unos segundos, solo unos más antes de bajar de su posición original e integrarse entre ellos, lo único que estaba haciendo era liberar todas esas feromonas demoníacas, se divertía e iba a divertir a su invitado.

Parecía que el calor empezaba a invadir los cuerpos ajenos, mientras Nady regresaba junto al grandote, el espectáculo estaba a punto de comenzar.

— Observa... Mi obra.
KanwulfUlfsson · 26-30
Procede a seguir el paso de la novicia tan pronto ella se adelanta, por lo que el cambio de escenario resultó en una transición disimulada, casi imperceptible por la poca atención del lupino. Por su parte, los pasos del nórdico se acentúan a la par del ritmo, siendo uno de los pocos ruidos que casi podrían llegar a incordiar la escena a punto de presenciar.

Observa entonces a los seminatistas, las novicias. —¿Qué es este convento? ¿Qué clase de lugar permite ese contacto humano? —acotó con sorna. Sus pasos lo llevaron a situarse al costado derecho de la mujer, aunque cuidando la distancia de cierta manera o ese olor infernal pronto se impregnaría en sus prendas. —¿Quieres una respuesta honesta o una mentira inocente? —preguntó, con la mirada fija en la escena y lo que sea que estén a punto de hacer.

Escuchó entonces la voz y el eco que esta profesa, alzando la mirada hacia el techo ornamentado con la magnífica mano del autor, del cual
Era más que evidente que él iba a notar su naturaleza, más si era lo que ya se estaba imaginando, soltó un muy largo suspiro antes de caminar hacia el siguiente salón. Estaban varios seminaristas, algunas novicias y varias monjas.

El ambiente parecía tan angelical, se sentía una inmensa paz, tanto que Nady estornudó muy bajito. — Observa bien, se ven tan buenos e inocentes... ¿Crees que termine bien? —varias monjas se acercaron a preguntarle a la hermana Marie a qué se debía la reunión.

— No os preocupéis, hermanas. En un poco más sabrán a qué nos ha reunido nuestro cardenal.
KanwulfUlfsson · 26-30
Emite una risilla a labios cerrados. —¿Normal dices? Aquí nadie es normal —la fragancia... ¿Infernal? Ese aroma gana más poder conforme el acercamiento surge, a lo que no fue necesario girarse del todo en su dirección para percibir que, en efecto, se trata de una criatura fuera de este plano al menos.

Mi olfato es una de mis mejores cualidades —acota con tranquilidad, esta vez sin evadir la mirada—, y puedo asegurar cien por ciento que nadie presente es normal aquí y ahora mismo. —Al surgir la invitación por parte de la novicia, el lupino no pudo decir que no a tiempo, más sólo un ademán que indica estár a nada de negarse y que pronto termina por desaparecer.

Me gustaría preguntar qué clase de espectáculo me espera, pero ¿Honestamente? Me gusta que jueguen con el factor sorpresa.
— Un poco. — negó, restándole importancia al ardor que le provocaba en la lengua el hablar tan bien del señor. Nadiezhda era una súcubo original, hija de Lilith y de lucifer. Salida del rincón más ardiente del infierno y destinada a corromper el mundo con su inminente lascivia. Su alimento no significaba nada si no se sentía realmente inspirada.

— Me gusta pensar gracias a mi instinto, que no eres un humano normal. — se aproximó al más alto, mostrando una segura sonrisa.

— Así que por eso, te prestaré mi show favorito, para degustar de un buen espectáculo para ambos únicamente... Acompáñame.
KanwulfUlfsson · 26-30
Acorde al sonido de sus pasos y el ritmo que estos conllevan, pronto fue dirigido hacia una de las imágenes eclesiásticas que parecen más adornar la fachada que rendirle tributo alguno a la fe que predican de dientes para fuera. Observa entonces al Nazareno crucificado, una de sus tantas variaciones en cuanto a la mano de cada artista a lo largo de la historia.

¿Cuántas veces nos hemos mordido la lengua pregonando algo como "En la casa del Señor hay bondad y amor"? —preguntó sincero, con la vista en torno al recuadro, y pronto desvió la vista en torno a la novicia. —¿Duele? —el aroma que despide la joven monja no parece ser reconocible para el olfato lupino, algo que llama poderosamente su atención desde el inicio, desde su llegada.

Permanece en silencio hasta entonces, a la espera de una respuesta, aunque no esperanzado a la llegada de alguien más.
La voz masculina le hizo girarse para verle, de primera instancia lo que provocó fue una socarrona sonrisa por parte de la blasfema mujer quien se jactaba de hacer pecar a los hombres que se suponían eran más puros en el mundo.

— Kanwulf. — hizo un gesto con ambas manos, dándole la bienvenida al llamativo lugar. — Me alegra verte, es bueno que tengas la iniciativa para hablar de la palabra del señor. — decir algo como eso le carcomía la lengua.

— Es temprano aún, tú eres más un espectador del limbo carnal que se presentará aquí. ¿Estás listo para acompañarme?
KanwulfUlfsson · 26-30
Entonces... —su voz al habla se manifiesta, resonante y con eco, pues el resinto era tan espacioso y medianamente vacío. Le sorprende de cierta manera la falta de artilugios lujosos, religiosos o cuanto menos de índole eclesiástica. —¿Aquí es donde se supone que vas a educarme en la vida del supuesto salvador Nazareno? —se mantuvo en el umbral de la entrada por un instante más, pero no le tomó demasiado hasta decidirse a caminar.

¿Qué es esto? ¿Llegué temprano? —los asientos vacíos daban una visión siniestra a la capilla, aún por más ostentosa que esta fuese. Sus pasos marcan un paso fuerte debido a las botas, golpeando con fuerza aún cuando no eran sus intenciones. —O será que los has intimidado, cosa que no me sorprendería.

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