— Aprecio tus palabras que me incentivan a intentarlo. Pero ya estoy un tanto viejo para aprender "trucos nuevos", Lady Ketzaly. — Le respondió en un tono paternal, llevando una mano sobre la cabeza de la joven, acariciando su largo cabello. — Con los años que me quedan, quiero dedicarme a dejarles un buen legado a todos en el Reino, pasar ratos agradables con cada uno de ustedes en el castillo y, si a los dioses del cielo así le parece, llevar a cabo un último intento de encontrar esposa y un heredero.

Con calma siguió las notas, no perdió el ritmo de su toque aun con la voz del monarca mezclándose con la melodía. No dirigió la mirada al rey sino hasta el último momento, cuando la pregunta fue formulada, y aun así, solo lo miro un breve y fugaz momento antes de volver a las teclas. Sonriendo con sutileza le respondió con el mismo tono suave y relajado qué él le brindaba.
—Años de práctica, mi señor. El canto y la música en general es algo común en mi especie, esto en realidad resulta fácil.— tras tres notas finales, concluyó la canción que interpretaba en ese momento, y al hacerlo volvió la mirada a Ezhno sin dejar de sonreír sutilmente. —Seguro que usted podría tocar tan bien o incluso mejor que yo si se lo propone.

La suave melodía del piano que se escuchaba en el interior de aquel salón de música, había captado toda la atención de Ezhno. Con pasos silenciosos, El Rey se acercó hasta la joven Lady, apoyándose en uno de los bordes del lujoso piano, cerrando sus ojos y escuchando a Ketzaly tocarlo.

— Sublime... — Susurró en un tono y volumen de voz grave y, en cierta medida, seductor. — No sabía que podías darle tan majestuoso uso a este instrumento... — Una mirada serena se posó directamente hacia el rostro de ella, esbozando una dulce sonrisa.— ¿Cómo aprendiste a hacerlo?