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La luz del día comenzaba a desvanecerse, tiñendo la habitación de tonos anaranjados y dorados. Altair yacía en la cama, envuelto en mantas, su rostro pálido y sus ojos ligeramente opacos a causa de la fiebre que le acosaba. Cada vez que tosía o se movía, un dolor agudo le recordaba lo vulnerable que se encontraba en esos momentos.

A pesar del malestar, había algo reconfortante en estar en su propia cama, en su propio hogar. Y ese consuelo se multiplicaba por la presencia constante de Mirach.
 
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User1583788 · 26-30, M
Sus ojos se llenaron aún más de lágrimas, pero esta vez, eran lágrimas de amor y gratitud. A pesar del dolor y la debilidad que sentía en su cuerpo, el calor del amor de Mirach llenó cada rincón de su ser. Con un esfuerzo, levantó su otra mano para acariciar el rostro de Mirach. —Cada palabra que dices me da fuerza. No sé cómo pude haber sido tan afortunado de encontrarte en mi camino. Si hay algo que deseo, es que todos los días de mi vida te den una razón para sonreír y que juntos, podamos superar cualquier obstáculo que se nos presente.— Era una promesa que quería cumplir a como de lugar. Aunque sea mínimo, quería que al menos su existencia le pueda dar una razón de felicidad a él.
 
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